martes, 24 de junio de 2014

Sermones

Bernstein anticipando el desayuno de Pablo Iglesias en el Ritz


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    El sermón que no nos soltó el Rey en su Discurso nos lo están atizando sus intérpretes.

    El Rey leyó un Discurso socialdemócrata (hoy no puede leer otra cosa), y en la socialdemocracia todos los discursos parecen sermones: en ellos no hay literatura (es decir, belleza), como tampoco la hay en las sentencias de los jueces, en las novelas de los escritores o en los artículos de los periodistas.

    No sé cuánto habría durado el Quijote de haber sido escrito así, pero el consenso lugarcomunista impone hoy la frase hecha y el argumento circular en el hablar como la chancla y el bermuda en el vestir.
    
Mi monarquismo, desde luego, tira más a Shakespeare que a ese padre Ripalda laico que los intérpretes de Felipe VI creen ver detrás del Discurso real.
    
Nietzsche elogia la ausencia de juicios morales en Macbeth, cosa que ocurre en todo Shakespeare.

    –Más que discursear sobre el bien y el mal, Shakespeare siempre está más interesado en por qué no podemos soportar nuestra libertad –explica Harold Bloom.
    
Lo ideal sería que hubieran ido por ahí las metáforas reales, aunque, bien mirado, ¿qué iba a hacer el Rey moderando una discusión sobre nuestra libertad política entre tres igualitaristas con nómina del Estado como Floriano, Madina y ese Pablo Iglesias a quien el Socialismo Benarroch invita a desayunar en el Ritz como Leonard Bernstein invitaba a los Panteras Negras a picotear medianoches en su ático neoyorquino?

    El caso es que del Discurso real algunos quieren deducir una ética digna de un personaje mitad Ulises de Turner burlando al Polifemo del Sistema y mitad San Antonio de Dalí exorcizando a los elefantes surrealistas.

    ¡De la “Ética para Amador” a la “Ética para Leonor”!

    Menuda tentación (en la que todos han caído) para los analistas políticos del momento.
    
Vista la sociedad que tenemos, fue un milagro que los Reyes cruzaran la Gran Vía en Rolls (ése que Hitler regaló a Franco… en 1950, según nuestros republicanotes) y no en bicicleta.