viernes, 27 de junio de 2014

Willy


Los tres poderes



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Lo bueno del caso de Willy Meyer es que, con ese nombre, no se resiente la Marca España, pues suena a alemán.
    
Y así lo han entendido los tertulianos, que son como Pemán dice que es el espectador de toros, que se entusiasma y aplaude en la misma medida en que él no piensa torear nunca.

    El tertuliano se entusiasma con el tejemaneje de Willy Meyer en la misma medida en que él no piensa corromperse nunca, pero la militancia de Willy Meyer indica que en España la corrupción política es piramidal, aunque muy popular, y científicamente marxista:
    
A cada uno según su necesidad, de cada uno según su capacidad.
    
La versión castiza de esta fórmula de Louis Blanc (un francés de origen tan madrileño como Willy Meyer) es aquel grito de “¡m… el último!”, y vale para describir la corrupción de España lo mismo que la palpitante lucha por el poder en la cucaña del socialismo, donde todos los contendientes (Madina, Sánchez, Sotillos…) parecen agentes de los servicios secretos con la misión de aupar a Pablo Iglesias a la jefatura del partido que le permita arrancar la espada de la piedra constitucional del 78: “L’État c'est moi”.

    Porque en España el soberano no es el Rey, como por chinchar afirman los correligionarios de Willy Meyer, que venden que una República garantiza mejor la pensión y la sicav. Y tampoco lo es el Pueblo, como suponen los risueños espectadores que acuden invitados al plató de “Sálvame”.
    
En España, el soberano, y soberano absoluto, es el Jefe del Partido Ganador, que reúne los tres poderes mágicos: legislativo (elabora la lista de sus diputados), ejecutivo (dirige el gobierno) y judicial (nombra a los jueces).

    He aquí el cetro absoluto (González, Aznar, Rajoy) al que legalmente aspira (nunca se le ha oído predicar, siquiera en broma, la separación de poderes) el mancebo Pablo Iglesias, que sigue, como Danton y como Simeone, la táctica de obrar día a día.
    
Y todavía hay almas de cántaro que le llaman Antisistema.