Abc
El éxito de Costa Rica en el grupo de la muerte («Ahora los muertos son otros») y su gol a Italia han presentado ante el gran público a Bryan Ruiz, el diez tico, que así se conoce a los costarricenses.
La Vida de Bryan (perdón) no fue fácil. Abandonado por su padre, perdió a su hermana y tuvo que ser criado por el abuelo. Es curioso cuántos cracks del futbol han tenido problemas con la figura paterna. Orfandad, abandono, vicios. Incluso padres que firman contratos. Hasta Oliver Aton, el crack de los dibujos, tenía un padre ausente perdido por los mares.
Bryan empezó en la liga local, en el LDA, que tiene nombre de droga pero es la Liga Deportiva Alajuelense. De ahí saltó al corazón de Europa, el KAA Gent belga. Su siguiente paso fue el Twente holandés, donde triunfó hasta el punto de que le hicieron una estatua. Ganaron la Eredivisie por primera vez y consiguió unos números tan buenos como los de Luis Suárez. 24 goles y 22 asistencias en el 2010. Sus números en Holanda rondaban el medio gol por partido. Esta media, salvo para Ronaldo el auténtico, que diría Mourinho, se corrige luego en otras ligas. Bryan fichó por el Fulham inglés y no tuvo éxito. De allí pudo haber ido al Betis, pero optó por volver a Holanda, al PSV, donde parece que como buen futbolista ya levanta cabeza.
Podría decirse que es un jugador para Holanda, pero nos da igual. En él destaca la clase. La zurda limpia, la zancada del jugador alto, casi 1’90, y la disposición para jugar de diez perfecto y de siete. Al verle jugar vienen a la cabeza los primeros noventa. Es un jugador de ese tiempo. Elegante, ralentizado, con la majestad caballuna del zurdo con planta. De lejos recuerda al primer Guti, cositas de Rui Costa.
Le gusta encarar desde la derecha, remata, asiste y avanza amagando la finta. Cada vez que vemos algo así se nos va el pensamiento a Kempes. «La Comadreja» no es una estrella mundial, es evidente. Pero el Mundial es un paréntesis que hace justicia a algunas biografías. Hasta el momento le habían distinguido como el jugador más feo de la competición (y eso que al parecer se operó las orejas), pero ahora que Costa Rica se convierte en el equipo de los sin equipo, Bryan va a ser el diez del fútbol nostalgia. Un fino en el tranquilo vivero holandés.
La Vida de Bryan (perdón) no fue fácil. Abandonado por su padre, perdió a su hermana y tuvo que ser criado por el abuelo. Es curioso cuántos cracks del futbol han tenido problemas con la figura paterna. Orfandad, abandono, vicios. Incluso padres que firman contratos. Hasta Oliver Aton, el crack de los dibujos, tenía un padre ausente perdido por los mares.
Bryan empezó en la liga local, en el LDA, que tiene nombre de droga pero es la Liga Deportiva Alajuelense. De ahí saltó al corazón de Europa, el KAA Gent belga. Su siguiente paso fue el Twente holandés, donde triunfó hasta el punto de que le hicieron una estatua. Ganaron la Eredivisie por primera vez y consiguió unos números tan buenos como los de Luis Suárez. 24 goles y 22 asistencias en el 2010. Sus números en Holanda rondaban el medio gol por partido. Esta media, salvo para Ronaldo el auténtico, que diría Mourinho, se corrige luego en otras ligas. Bryan fichó por el Fulham inglés y no tuvo éxito. De allí pudo haber ido al Betis, pero optó por volver a Holanda, al PSV, donde parece que como buen futbolista ya levanta cabeza.
Podría decirse que es un jugador para Holanda, pero nos da igual. En él destaca la clase. La zurda limpia, la zancada del jugador alto, casi 1’90, y la disposición para jugar de diez perfecto y de siete. Al verle jugar vienen a la cabeza los primeros noventa. Es un jugador de ese tiempo. Elegante, ralentizado, con la majestad caballuna del zurdo con planta. De lejos recuerda al primer Guti, cositas de Rui Costa.
Le gusta encarar desde la derecha, remata, asiste y avanza amagando la finta. Cada vez que vemos algo así se nos va el pensamiento a Kempes. «La Comadreja» no es una estrella mundial, es evidente. Pero el Mundial es un paréntesis que hace justicia a algunas biografías. Hasta el momento le habían distinguido como el jugador más feo de la competición (y eso que al parecer se operó las orejas), pero ahora que Costa Rica se convierte en el equipo de los sin equipo, Bryan va a ser el diez del fútbol nostalgia. Un fino en el tranquilo vivero holandés.