Gigantón de gesto fiero, por San Pedro en Burgos
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Cuando el fútbol se guiaba por las leyes de la Naturaleza, los futbolistas brasileños nacían con propensión al malabarismo, puntería en el empeine y con un carácter anarquista y rezador. Eran hijos de padres pobres y nietos de abuelos míseros. Andaban descalzos diez o doce kilómetros cada día para entrenar en sus equipos y bendecían a Dios cuando se les aparecía un señor que les proponía jugar en Europa. Por entonces a la selección de Brasil le sobraba talento, técnica y belleza. A veces perdía, pero los aficionados disfrutábamos incluso en la derrota, porque todos éramos del Athletic y de Brasil.
Los entrenadores brasileños, acusados de desarreglos tácticos, viajaron a Europa a aprender metodologías, sistemas y estrategias y sobre todo a ganar dinero. Despreciaron lo que les era natural y copiaron del fútbol alemán, italiano, escocés... hasta engendrar un equipo irreconocible que necesita los postes y la suerte del portero -¡portero de fútbol en Brasil!- para ganar a Chile en los penaltys.
Cada cual ve el fútbol a su manera, pero a mí no me gusta nada Brasil. Me falta un Alemao, un Rivaldo, un Sócrates, uno de esos jugadores técnicos y excelentes centradores que ponían la bola en el milímetro justo. Neymar es otra cosa. Viene de aquella casta de artistas, pero no impone estilo en el centro del campo. Neymar es un recurso. El Recurso, si quieren, pero no es Garrincha. Felipao sería buen entrenador en Italia, pero los aficionados neutrales no podremos perdonarle que haya italianizado el fútbol brasileño. Luiz Gustavo, Paulinho, Ramires, Fernandinho... son muchos y parecidos. Antaño, con un Toninho Cerezo sobrio y elegante bastaba en el once. ¿Y ese Jo? Ronaldinho -aún en activo- paseando, es más de fíar que este Jo desquiciado. En fin, que el portero Julio César sea el mejor del equipo se tendría por herejía cuando el fútbol tenía un orden.
Tampoco me gusta Chile. Mucha presión y mucha leña. Mucha solidaridad y mucho peligro al choque. Mucho interés combinativo y demasiada imprecisión. Reconozco que hicieron más méritos que Brasil para estar en cuartos, que de medio campo para atrás sus jugadores son de una modestia insultante, pero ¡qué quiere que les diga!, no soy partidario de tanto incienso para tan poco santo, con perdón. No voy a poner más de Chile por si molesto.
Colombia. Colombia parece querer heredar el papel que tuvo Brasil antes de la conversión de sus entrenadores al resultadismo. Colombia tiene un Zico (James Rodríguez), un Jorginho (Camilo Zúñiga) un Dirceu (Cuadrado) a los que les fue mal de niños y han superado sus traumas sin psicólogos y con mucha resiliencia. En un país en el que si preguntas a un mocoso de 12 años qué quiere ser de mayor y te contesta que asesinario no valen paños mojados y conmiseraciones huecas. O te fajas sin miedo o serás siempre un “pelao”. Disfruto con Colombia y con ese James virguero que no necesita correr para jugar como los dioses del fútbol suramericano. Jara, Silva, Médel, Luiz Gustavo, Fernandinho y Paulinho corren mucho. No paran, los tíos.
De Uruguay no hay qué decir. El castigo a Luis Suárez es excesivo, pero hay cosas que están muy feas. También sería sancionable, supongo, que un futbolista sacara escondida una petaquita de anís en los calzones y aprovechara cuando el árbitro no mira para apaciguar el vicio. No sé, pero creo que Uruguay hubiera perdido con Suárez, porque Colombia está muy por encima del nivel charrúa.
A mí, así me lo parece.