lunes, 23 de junio de 2014

Ahí no hay ahí


No están maduras

 
Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Fuimos al Brasil (que en fútbol debe de venir de “brasa”) como la España socialdemócrata del “Soy español, ¿a qué quieres que te gane?”, y ya ven.

    El primer día, Holanda nos dio la paliza del Mundial, título que casi nos arrebata Suiza, pateada por la Francia de Varanne, el suplente del Mejor Central del Mundo en el Madrid, y Benzemá, el moro de la morería al que los piperos del Bernabéu se niegan a comprarle una alfombra "porque mejores son las de Béjar".
    
Holanda nos cambió la cencerrada del “Soy español, etc.” por el tabarrón de la “la Roja sí puede”.
    
El segundo día, Chile, la verdadera Roja, desenmascaró con un dos por cero a la falsa Roja, tras de la cual se escondía la Españeta que ha encontrado a su chivo expiatorio… en Mourinho, que hace dos temporadas mandó al Mejor Portero del Mundo al banquillo.
  
De nuevo perdedora, la Roja volvió a llamarse, por arte de birlibirloque, España.

    Y al tercer día, que es hoy, España quiere resucitar como en los libros-chascarrillos de Vizcaíno Casas, pidiéndose el papel de la Sue Charlton con Michael Dundee en este “Cocodrilo Dundee” de Curitiba.
  
Tendré que preguntar a Maldini para que me diga qué aborígenes ahí (sic) allí que sean unos cracks. Todavía no he visto ningún partido suyo, pero dudo mucho que a España le ponga demasiadas complicaciones –tuiteó, a propósito de Australia, Carreño, el “speaker” de la Roja, al salir hacia Brasil.

    El “tuit” de Carreño nos introduce en la desconstrucción del periodismo deportivo, donde Derrida gozaría como "cochon" en charca.

    La desconstrucción que hizo rico a Derrida es una metateoría que pretende una crítica (teórica) de todas las teorías del significado y de los modelos de comprensión existentes.

    ¿Qué pensaría Derrida viendo un partido de la ex Roja por la Cuatro o Telecinco?

    –Yo conocía el periodismo de camiseta, pero ahora conozco el de dorsal –escribe Hughes, que ha sido una de las tres bendiciones (con Ghana y Costa Rica) de mi Mundial–. Me queda ver a un periodista entrando en Las Ventas vestido de torero.
  
Para ver a un periodista entrando en Las Ventas vestido de torero no tiene Hughes más que ir en San Isidro... a Las Ventas, de donde yo salí este año huyendo, harto de toreros que hacen de periodistas y de periodistas que hacen de toreros, ¿o cómo se explica, si no, que los aficionados sacaran a hombros a Victorino por su feroz corrida de toros de lidia, mientras los periodistas, igual que si fueran ellos los que tuvieran que torearlos, votaban a los pobres juampedros de Parladé para el premio a la Mejor Corrida de la Feria?
  
Por cierto, que en Las Ventas yo he visto cortarse la coleta, luego de sendos ridículos, a Mariano Jiménez y a Julio Aparicio, cosa que en Brasil sólo han hecho Xabi y Xavi. Se hablaba de Casillas, pero tampoco tiene pelo, el hombre, para andar desprendiéndose de la coleta ante un “Cocodrilo Dundee”.

    –Qué aborígenes ahí (sic) allí
  
Steiner tiene dicho que la desconstrucción derridiana de nuestro periodismo deportivo puede definirse como una elaboración de la “boutade” de Gertrude Stein: “There is no there there”.

    Es decir, “ahí no hay ahí”.

Vamos, que no hay nada.

Pelirrojo como Alonso
 
DISTANCIA E INTELIGENCIA

    El peor enemigo de la causa del igualitarismo es el mal reparto de la belleza y la inteligencia. De Xabi Alonso, nuestro Pichichi en Brasil, no se puede decir que sea bello (a mí me recuerda al Shaggy Rogers de “Scooby Doo”), pero acostumbra obrar con inteligencia, que no hay nada que distancie más. En un equipo de fútbol la inteligencia constituye un escándalo semejante al de la salud en un hospital. Alonso ha dicho que en Brasil al Combinado Autonómico le han fallado las fuerzas física y moral, y el periodismo deportivo le ha hecho el reproche definitivo en un clan: “¡Distancia, distancia! “¡Xabi se distancia!” Precisamente en el país de Roberto Carlos (el cantante, no el futbolista): “Cuántas veces / yo pensé volver / y decirte de mi amor / nada cambió / pero mi silencio / fue mayor / y en la distancia / muero día a día / sin saberlo tú…”



El precio de "la Roja"