Jep Gambardella
Hughes
Abc
Prandelli, con esa pretensión suya de elegancia a lo Gambardella, sacó un equipo con cinco centrocampistas, todos jugando al ritmo de Pirlo. Es decir, andando. Y más con el calor de Manaos. Ataques largos, los diez en campo inglés. Verratti junto al «regista» y De Rossi haciendo de ancla. Los ingleses de Hodgson, que cuando se asustaba ponía la cara del Monty Python Eric Idle, jugaban a un ritmo skatalítico, dentro de un clásico 4-2-3-1. Digamos que si Prandelli españoliza Italia, Inglaterra aún resulta reconocible con otra frontalidad distinta, jamaicana, de los Sterling, Sturridge y Welbeck. Por su parte, Rooney y Gerrard, de blanco perfecto y sudando como sudaba Zidane, mantenían (menos mal) ese aspecto inglés de miembro de una Sociedad Geográfica. Italia atacaba en grupo, Inglaterra hacía daño por banda derecha, pero los goles llegaron en apariciones de las estrellas, algo muy propio de los mundiales. Todo el año nos martirizan con posesiones y sistemas, pero en los Mundiales han de aparecer ellas. Pirlo asistió a Marchisio sin tocar el balón, con una finta elusiva. Al poco, en inmediata respuesta, fue Rooney el que puso un gol al estupendo Sturridge. Balotelli no compareció hasta el final de la primera parte, otra vez tras pase de Pirlo. No se enfrió en el descanso y nada más salir marcó un golazo de cabeza después de la jugada del fino Candreva. Con 2-1, Prandelli no estaba dispuesto a perder nuevamente la ventaja, porque además Inglaterra apretaba, así que cambió a Verratti (¡qué rostro perfecto de Madonna!) por Motta, que es igual de brasileño que Diego Costa pero no le abuchean. Pese al control italiano, no le perdía la cara al partido Inglaterra, con Sterling como principal argumento. Italia administraba la pelota, Inglaterra administraba su presión. Una falta de Baines obligó la estirada de Sirinu y tanto era el calor que se agotaban los cambios. La misma Inglaterra de siempre, evidente, algo deslavazada, fue encerrando a Italia en su ventaja. Ahora, a ganarle a Costa Rica.