Al paso
COPITO DE NIEVE
COPITO DE NIEVE
Ignacio Ruiz Quintano
Es un misterio la fascinación que, junto con el doctor Robert, Copito de Nieve ejerce en nuestra izquierda intelectual, principalmente la de raigambre catalana. ¿Influencia de Darwin, de Edgard Rice Burroughs, de Desmond Morris o, simplemente, de Anís del Mono?
-¡Caramba! ¡Caramba! ¡Un gorila blanco!
Eso es lo que el primatólogo Jordi Sabater Pi recuerda con nostalgia que gritaban en Guinea Ecuatorial en la mañana, ciertamente genesíaca, del 5 de octubre de 1966. “Era un día nublado. Yo estaba en casa. En la calle el griterío era impresionante. Todo el mundo gritaba: ‘¡Akié! ¡Akié! ¡Nfumu-Ngui!’ Que quiere decir: ‘¡Caramba! ¡Caramba! ¡Un gorila blanco!’” Después de todo, aquellos pobres subsaharianos de Guinea tenían delante de sus ojos al único gorila blanco del mundo. Hay que imaginarlos gritando con el mismo entusiasmo que los pobres subsaharianos de Zaire gritaron “¡Alí, bumayé!” cuando Don King llevó a Cassius Clay a Kinshasa para que Norman Mailer hiciera periodismo literario, o periodismo “au ralenti”, como lo llamaba Octavio Paz: para comprender un poco al movimiento hay que quedarse quieto un instante. “¡Alí, mátalo!” No a Mailer, que era el blanco, sino a Foreman, que era el afroamericano que había vendido su alma a los blancos. Sería, pues, un rencor como el que el toro guarda al caballo, traidor y colaboracionista.
Una de las cosas que más chocan al turista que llega a Panamá es despertarse en el hotel por el griterío de los monos al amanecer. Según la leyenda, Dios prometió a esos monos hacerlos hombres cuando saliera el sol, y cada amanecida chillan y lloran su ilusión defraudada. Los cartesianos, en cambio, siguen creyendo que los monos podrían hablar si quisieran, pero que han resuelto guardar silencio para que no los obliguen a trabajar. ¿Fue Copito de Nieve un gorila cartesiano? Nadie recuerda de él un grito más alto que otro, cosa, por cierto, que tendría que hacernos dudar de su naturaleza progresista.
-¡Caramba! ¡Caramba! ¡Un gorila blanco!
La raza blanca, como tiene establecido Susan Sontag, es el cáncer de la civilización. De cáncer, precisamente, murió Copito de Nieve, a los cuarenta años de su llegada a Barcelona, ciudad a la que aportó el “hecho diferencial” de su albinismo. El filósofo de progreso Mosterín, cuyo pensamiento consiste en extender mediante artículos de fondo la declaración universal de los derechos del hombre a la selva en que, según la nueva opinión gubernamental, reina Bambi, no perdió la ocasión de proponer la “eutanasia” -sin comillas en el documento del profesor- de Copito de Nieve como modelo de buena muerte. Eutanasia, o muerte con jersey de cuello vuelto, vaso y pajita, frente a cacotanasia, o muerte natural, es decir, mala muerte. Al menos, arguye el filósofo, “mucha gente comentó con envidia que ya les gustaría a ellos ser tratados como el gorila”.
Luego está la entrevista de Serrat, el poeta del menudo, en Las cerezas de Julia Otero, una cosa que anda entre Rousseau y Soto Vergés. De Rousseau, el mariposón que presumía de buen talle, lindo pie y pierna fina, tiene el cursilerío insufrible del idilio de las cerezas: “Yo trepé a un cerezo, y les arrojaba racimos. Ellas, a través de las ramas, me iban devolviendo las semillas. Un momento en que Mlle Galley recogía su delantal y alzaba la cabeza, se me presentó tan bien y tuve tal tino que le eché un racimo por el seno. Todos reímos.” Y de Soto Vergés, la lírica con dos c... para campesinos: “Contempladme / hijos del campo, dinastía muda: / vengo a traeros el cerezo herido...” En semejante cerezal, las reflexiones de Serrat maduraban por racimos. Por ejemplo, ésta:
-Hay muchas cosas que no entiendo de esta vida, como cuando Copito de Nieve, el gorila albino, tiraba sus excrementos a los visitantes del zoo.
A lo que la Otero -“nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan”-, que intelectualmente no puede ser más de progreso, contestó:
-¡Como Esperanza Aguirre!
Pues sí, señor. La fascinación que, junto con el doctor Robert, Copito de Nieve -y Chávez, el Gorila Rojo, y Kim Jong II, el Panda Amarillo- ejerce en nuestra izquierda intelectual es un misterio bien gordo.
(Abc, Mayo de 2005)