MESAS DE REDACCIÓN
Hace solamente una generación, en los cajones de las mesas de redacción de los periodistas había dos cartones de cigarrillos -rubios y negros-, una caja de puros de oreja -los de las bodas-, una botella de whiskey o o de ginebra y la última novela de Oswaldo Soriano. Entonces llegaron los gestores. Ahora, en aquellos mismos cajones, hay un pendrive con apuntes, un ipod con cancioncillas de Amaral, el recorte de un artículo antitaurino de un tal Millás y la nota de la compra encargada por la cari. No puede uno mirarlos sin acordarse de aquella pulla de Terence Stamp a la marimacho del bareto en Priscilla, reina del desierto:
-¿Has probado a prenderle fuego al cordón de tu tampón? Igual saltan chispas. Es lo más cerca que vas a estar de un orgasmo.
Ignacio Ruiz Quintano
Hace solamente una generación, en los cajones de las mesas de redacción de los periodistas había dos cartones de cigarrillos -rubios y negros-, una caja de puros de oreja -los de las bodas-, una botella de whiskey o o de ginebra y la última novela de Oswaldo Soriano. Entonces llegaron los gestores. Ahora, en aquellos mismos cajones, hay un pendrive con apuntes, un ipod con cancioncillas de Amaral, el recorte de un artículo antitaurino de un tal Millás y la nota de la compra encargada por la cari. No puede uno mirarlos sin acordarse de aquella pulla de Terence Stamp a la marimacho del bareto en Priscilla, reina del desierto:
-¿Has probado a prenderle fuego al cordón de tu tampón? Igual saltan chispas. Es lo más cerca que vas a estar de un orgasmo.
Ignacio Ruiz Quintano
