José Ramón Márquez
No voy a conferencias. Me recuerdan cuando estaba en clase, con el profesor dándome la murga, y me producen una somnolencia y un aburrimiento que no puedo remediar, aunque el tema me interese. Una vez asistí a una de Los de José y Juan que era doble, porque una la daba mi amigo A., y la otra, un millonetis de Telefónica, que seguramente debía ser el que pagaba aquello.
Anteayer estuve almorzando con mi amigo el aficionado P., y me contó lo siguiente:
-Estuve el otro día en las Ventas escuchando a Paula. Estuvo extraordinario, contó muchas cosas y resultó estupendo y muy ameno. Lo pasé de maravilla, y eso que no pensaba haber ido. Sólo hubo dos cosas que no me gustaron. La primera es que los que le presentaron, Bergamín Arniches y otro tipo, se dedicaron a hablar de sus cosas durante veinte minutos cada uno, robándole el tiempo al torero, que es al que habíamos ido a escuchar. La segunda es que uno de la Peña, a quien no conozco, cortó abruptamente a Rafael de Paula en medio de una anécdota jugosa que estaba contando sobre un capote de paseo de Manolete que se lo quedó Bienvenida. El peñista detuvo la narración porque dijo que tenían que ir a almorzar, al sitio donde luego le dio el jamacuco, pero no era ése su fin, porque acto seguido se abalanzó sobre el torero con grabadora en ristre un periodista-clochard que estuvo haciéndole preguntas durante otros veinte minutos, que nos hurtó de la conferencia con la ayuda del peñista. Por cierto que el aspecto del tal periodista era deplorable, sin afeitar, con melenas teñidas y vestido con una zamarra de cuadros que parecía sacada de un contenedor...
Tal cual me lo contó, lo escribo.
No voy a conferencias. Me recuerdan cuando estaba en clase, con el profesor dándome la murga, y me producen una somnolencia y un aburrimiento que no puedo remediar, aunque el tema me interese. Una vez asistí a una de Los de José y Juan que era doble, porque una la daba mi amigo A., y la otra, un millonetis de Telefónica, que seguramente debía ser el que pagaba aquello.
Anteayer estuve almorzando con mi amigo el aficionado P., y me contó lo siguiente:
-Estuve el otro día en las Ventas escuchando a Paula. Estuvo extraordinario, contó muchas cosas y resultó estupendo y muy ameno. Lo pasé de maravilla, y eso que no pensaba haber ido. Sólo hubo dos cosas que no me gustaron. La primera es que los que le presentaron, Bergamín Arniches y otro tipo, se dedicaron a hablar de sus cosas durante veinte minutos cada uno, robándole el tiempo al torero, que es al que habíamos ido a escuchar. La segunda es que uno de la Peña, a quien no conozco, cortó abruptamente a Rafael de Paula en medio de una anécdota jugosa que estaba contando sobre un capote de paseo de Manolete que se lo quedó Bienvenida. El peñista detuvo la narración porque dijo que tenían que ir a almorzar, al sitio donde luego le dio el jamacuco, pero no era ése su fin, porque acto seguido se abalanzó sobre el torero con grabadora en ristre un periodista-clochard que estuvo haciéndole preguntas durante otros veinte minutos, que nos hurtó de la conferencia con la ayuda del peñista. Por cierto que el aspecto del tal periodista era deplorable, sin afeitar, con melenas teñidas y vestido con una zamarra de cuadros que parecía sacada de un contenedor...
Tal cual me lo contó, lo escribo.