ZAPATERO Y LAS PATATAS
Cristina Losada
libertaddigital.com
El periodista Louis Fischer explicaba, en los años cuarenta, cómo se puede uno alinear con una causa a pesar de que los hechos más escandalosos la desacrediten. En The god that failed, uno de los primeros libros de ex comunistas, reflejaba así el modo de superar aquella disonancia: "¿Cómo podía uno quejarse de la escasez de patatas cuando se estaba construyendo el socialismo?". He ahí, en pocas palabras, el misterio de la ideología. Y he ahí también el lamento que debe de proferir hoy el presidente del Gobierno. Zapatero ha embarrancado en las patatas, cuando se había especializado en vender sucedáneos ideológicos.
El ardid funcionó mientras jugábamos a ser ricos. Ardid, toda vez que la ideología de Zapatero no es un enigma histórico, sino un secreto de Polichinela. Nada hay salvo una colección de poses, pues la izquierda posmoderna no representa una doctrina política específica, sino una proclamación de virtud, sentimental y orgullosa. Superioridad moral se llama su producto más preciado. Y luego, los adornos para la estantería, signos de diferenciación, como la memoria histórica, la política de género, la alianza de civilizaciones, los nuevos derechos, el laicismo y restos de la vieja retórica de lucha de clases pasados por la túrmix. Todo ello hacía el papel de "estamos construyendo el socialismo" o, en versión infantil, "otro mundo es posible". Y siempre, bien a la vista, el gran reclamo, la etiqueta ideológica, la marca "izquierda".
Resulta que ha llegado la escasez de patatas y la sociedad postmaterialista a la que se dirigían aquellos señuelos está desapareciendo. Reclama la vuelta a la prosperidad, qué antigua, cuando el socialismo que nos ha tocado sólo está a sus anchas predicando contra los males del crecimiento. El electorado de izquierdas, cuya movilización fue el as del doble triunfo, se le escapa y con razón. De ajustarse a sus parámetros ideológicos, Zapatero no daría dinero a los bancos: los expropiaría. No retrasaría la jubilación: la adelantaría. No contentaría a los mercados: los suprimiría. No sugeriría una reforma laboral: haría funcionario a todo el mundo. Esto para empezar a hablar. Así, no extraña su resistencia a un pacto económico con el Partido Popular. Poco más le falta para soliviantar a los que, por él abducidos, adquirieron entradas para el show de los "rojos" contra la derecha.
Cristina Losada es uno de los autores del blog Heterodoxias.net
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El periodista Louis Fischer explicaba, en los años cuarenta, cómo se puede uno alinear con una causa a pesar de que los hechos más escandalosos la desacrediten. En The god that failed, uno de los primeros libros de ex comunistas, reflejaba así el modo de superar aquella disonancia: "¿Cómo podía uno quejarse de la escasez de patatas cuando se estaba construyendo el socialismo?". He ahí, en pocas palabras, el misterio de la ideología. Y he ahí también el lamento que debe de proferir hoy el presidente del Gobierno. Zapatero ha embarrancado en las patatas, cuando se había especializado en vender sucedáneos ideológicos.
El ardid funcionó mientras jugábamos a ser ricos. Ardid, toda vez que la ideología de Zapatero no es un enigma histórico, sino un secreto de Polichinela. Nada hay salvo una colección de poses, pues la izquierda posmoderna no representa una doctrina política específica, sino una proclamación de virtud, sentimental y orgullosa. Superioridad moral se llama su producto más preciado. Y luego, los adornos para la estantería, signos de diferenciación, como la memoria histórica, la política de género, la alianza de civilizaciones, los nuevos derechos, el laicismo y restos de la vieja retórica de lucha de clases pasados por la túrmix. Todo ello hacía el papel de "estamos construyendo el socialismo" o, en versión infantil, "otro mundo es posible". Y siempre, bien a la vista, el gran reclamo, la etiqueta ideológica, la marca "izquierda".
Resulta que ha llegado la escasez de patatas y la sociedad postmaterialista a la que se dirigían aquellos señuelos está desapareciendo. Reclama la vuelta a la prosperidad, qué antigua, cuando el socialismo que nos ha tocado sólo está a sus anchas predicando contra los males del crecimiento. El electorado de izquierdas, cuya movilización fue el as del doble triunfo, se le escapa y con razón. De ajustarse a sus parámetros ideológicos, Zapatero no daría dinero a los bancos: los expropiaría. No retrasaría la jubilación: la adelantaría. No contentaría a los mercados: los suprimiría. No sugeriría una reforma laboral: haría funcionario a todo el mundo. Esto para empezar a hablar. Así, no extraña su resistencia a un pacto económico con el Partido Popular. Poco más le falta para soliviantar a los que, por él abducidos, adquirieron entradas para el show de los "rojos" contra la derecha.
Cristina Losada es uno de los autores del blog Heterodoxias.net