F. J. Gómez Izquierdo
Dicen los libros que Guadalquivir significa Río Grande, y desde que se sepa, es río generoso con aquellos que usaron de él con conocimiento y respeto. Esta semana es portada en periódicos y en telediarios por rebelarse contra sus domadores. Eso creen los que abusan del río: que estaba domesticado.
Los ecologistas salvajes que desprecian los pantanos como si fueran un cáncer franquista, nunca se han parado a pensar que son muchos los billones de litros de agua que se pierden cada vez que llega un invierno lluvioso, y bajo sus mal peinadas cabelleras no les cabe lo importante que es regular los desembalses como hacen los suizos, los belgas o los alemanes, gentes éstas entre las que no suele faltar el agua. Así, y en plena ebullición de ese cambio climático jaleado por desocupados con subvención, ha llegado el gran río y ha dicho "aquí estoy yo".
Aquellos ecologistas que obligaron a quemar proyectos de nuevas presas a lo largo de la cuenca, deben explicar sus magistrales teorías al público inculto del que formo parte, sin olvidar a los políticos que aplaudieron y acogieron como propia determinación tan ¿civilizada?
¡Ah, los políticos andaluces! Camaleones inamovibles, saben que es conveniente dejar delinquir un poquito al votante sin ni siquiera llamarle la atención... pero de ciento en viento las leyes de la naturaleza dictan cuatro lecciones demoledoras para quien quiera entenderlas. Así, el Guadalquivir ha dicho a los cordobeses y a los españoles que quieran aprender que todas las parcelas junto al río, desde Alcolea hasta el Higuerón (foto) son ilegales.
-Vamos de perol a mi campo -dicen en Córdoba.
"Mi campo" son mil, dos mil o tres mil hectáreas de jaramagos donde el cordobés se construye su casa, su piscina y su huertecito con tomates y pepinos. Sin papeles y sin avisar a nadie. Ya construida, el cordobés va a solicitar enganche de luz. El Ayuntamiento le pone una multa, pongamos de un millón de las antiguas pesetas, y a cambio tiene segunda vivenda, no paga IBI y está fresquito en el verano junto al río... o en la sierra que rodea a Córdoba.
¿Cuántas parcelas ilegales puede haber en la sierra?
España entera mira sobrecogida las barquichuelas y las botas de goma. ¡¡Claro que tienen toda nuestra solidaridad!! Muchos de los afectados son conocidos míos... buenas personas, gente alegre con la que yo disfruto un montón... y que de continuo toman a guasa mis prejuicios legales... pero sin militar en piquetes ecologistas llevo más de veinte años intentando explicar lo que ésta semana ha explicado el Guadalquivir: el gran río.
Dicen los libros que Guadalquivir significa Río Grande, y desde que se sepa, es río generoso con aquellos que usaron de él con conocimiento y respeto. Esta semana es portada en periódicos y en telediarios por rebelarse contra sus domadores. Eso creen los que abusan del río: que estaba domesticado.
Los ecologistas salvajes que desprecian los pantanos como si fueran un cáncer franquista, nunca se han parado a pensar que son muchos los billones de litros de agua que se pierden cada vez que llega un invierno lluvioso, y bajo sus mal peinadas cabelleras no les cabe lo importante que es regular los desembalses como hacen los suizos, los belgas o los alemanes, gentes éstas entre las que no suele faltar el agua. Así, y en plena ebullición de ese cambio climático jaleado por desocupados con subvención, ha llegado el gran río y ha dicho "aquí estoy yo".
Aquellos ecologistas que obligaron a quemar proyectos de nuevas presas a lo largo de la cuenca, deben explicar sus magistrales teorías al público inculto del que formo parte, sin olvidar a los políticos que aplaudieron y acogieron como propia determinación tan ¿civilizada?
¡Ah, los políticos andaluces! Camaleones inamovibles, saben que es conveniente dejar delinquir un poquito al votante sin ni siquiera llamarle la atención... pero de ciento en viento las leyes de la naturaleza dictan cuatro lecciones demoledoras para quien quiera entenderlas. Así, el Guadalquivir ha dicho a los cordobeses y a los españoles que quieran aprender que todas las parcelas junto al río, desde Alcolea hasta el Higuerón (foto) son ilegales.
-Vamos de perol a mi campo -dicen en Córdoba.
"Mi campo" son mil, dos mil o tres mil hectáreas de jaramagos donde el cordobés se construye su casa, su piscina y su huertecito con tomates y pepinos. Sin papeles y sin avisar a nadie. Ya construida, el cordobés va a solicitar enganche de luz. El Ayuntamiento le pone una multa, pongamos de un millón de las antiguas pesetas, y a cambio tiene segunda vivenda, no paga IBI y está fresquito en el verano junto al río... o en la sierra que rodea a Córdoba.
¿Cuántas parcelas ilegales puede haber en la sierra?
España entera mira sobrecogida las barquichuelas y las botas de goma. ¡¡Claro que tienen toda nuestra solidaridad!! Muchos de los afectados son conocidos míos... buenas personas, gente alegre con la que yo disfruto un montón... y que de continuo toman a guasa mis prejuicios legales... pero sin militar en piquetes ecologistas llevo más de veinte años intentando explicar lo que ésta semana ha explicado el Guadalquivir: el gran río.