José Ramón Márquez
Ni Sánchez de Neira, ni Corrochano, ni Don Pío, ni Pepe Alameda, ni Don Ventura, ni F. Bleu, ni Guillermo Sureda, ni Corinto y Oro, ni Antonio Díaz Cañabate, ni Alfonso Navalón, ni Vicente Zabala Portolés, ni Domingo Delgado, ni Andrés Amorós. Ninguno de todos esos indocumentados ha sido capaz de hacer una mejor síntesis que ésta de la historia de los toreros:
-Al llarg de la història hi ha hagut grans toreros: Belmonte era estètic, El Gallo era molt tècnic i Manolete tenia molta personalitat. En el cas de José Tomás es concentra la història del toreig sencera.
Ya pueden tirar el Cossío los que lo tengan, los volúmenes de la colección La Tauromaquia, cualquier libro que tengan en casa, y estamparse la frase de más arriba en una camiseta para ir con ella a la plaza a proclamar esa verdad única y sencilla, ese hallazgo histórico, pasmoso por su simplicidad, como todas las cosas geniales, debido a la inspiración analítica del revolucionario autor de la ecuación “toros = marketing + glamour”.
Demos un paso adelante. ¿Se podrá conciliar aquella síntesis de Historia con la ecuación que rige el moderno negocio taurino? Veamos.
¿Toros? Imaginemos a José Tomás con las luces y las sombras de Juan Belmonte, torero estético, ante el toro de Gregorio Campos y el de Concha y Sierra en la Corrida del Montepío el 21 de junio de 1917. ¿Valen estos toros?
¿Marketing? Imaginemos a José Tomás, vestido de plomo y oro como El Gallo, torero muy técnico, banderilleando y toreando al toro Peluquero de Bañuelos el 2 de mayo de 1912, primera oreja de Madrid. ¿Vale este marketing?
¿Glamour? Imaginemos a José Tomás perfilandose para entrar a matar a un Miura en la feria de San Agustín de Linares del año 1947, como Manolete, torero con mucha personalidad, mientras Antoñita Bronchalo Lopesino toma las aguas en Lanjarón. ¿Vale este glamour?
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¿Habrá alguien capaz de tejer esa proeza de imaginación teñida de ignorancia? Acaso Salvador Boix, el apoderado de José Tomás, el torero que concentra la historia del toreo. La recensión histórica de más arriba le pertenece a él; la ecuación, también.