José Ramón Márquez
Tres envases diferentes. Uno de material basto, arcilla primitiva; otro, de delicado cristal de La Granja; otro, de aluminio; los tres distintos por fuera. Pero aunque su apariencia externa es tan diversa, los tres contienen el mismo líquido. El líquido del toreo moderno, del toreo en el que se va hacia atrás, el toreo de no torear, sino de dar pases.
Si eres basto y culibajo, pues el destoreo queda muy patente. Tú abres las patorras como una uve mayúscula invertida y le atizas al toro (?) unos mantazos rectilíneos en los que ni el bicho ni su matador se comprometen, ya que el fin de tu tauromaquia es conseguir que el animal llegue a la muerte tan fresco como cuando salió del chiquero y pueda seguir repitiendo y repitiendo sus embestidas (?) para que el público soberano brame, pensando que ese estúpido perpetuum mobile es o tiene algo que ver con el toreo. ¿Y es que acaso no hay nada bueno o reseñable en el toreo de este hombre? Sí que lo hay. Hay dos cosas: Juli tiene el temple, y Juli, para la crítica, siempre está importante.
Si eres fino y elegante el destoreo se camufla con la finura y elegancia de tu porte. Le pegas al toro (?) unos mantazos rectilineos, pasándote al animal a una distancia de seguridad, vaciando la embestida ahí lejitos y echando la pierna hacia atrás, cediendo el terreno al bicho, para favorecer la ligazón de los largos muletazos dirá él, y para conseguir que el público soberano brame, pensando que eso es o tiene algo que ver con el toreo; con eso ya tenemos al Manzanares de Vistalegre. Cada muletazo, un cartel de toros. La faena, penosa como concepto de toreo. ¿Y lo bueno de éste? Unos preciosos adornos al final de la faena. Pura orfebrería. Es mejor ir a lo fácil.
Si eres valiente y has decidido que tú no te mueves, el destoreo se camufla en una sucesión de sustos y arrimones. Perera comienza con los ya tradicionales pases cambiados y luego viene todo lo demás, el parón que desata la adrenalina, los circulares invertidos todo al servicio de meter miedo al respetable más impresionable y de atizarle al toro (?) unos mantazos rectilíneos en los que no se trata de torear sino de prolongar la vida útil del animal para que siga haciendo embestidas (?) y conseguir llevar a las gentes al delirio del muletazo ensamblado con el siguiente, del toreo mecánico en el que al toro y al torero se les da cuerda. Toreo sin compromiso y sin finalidad. ¿Y de este qué se puede decir de bueno? Pues resulta difícil reseñar algo en la tarde de Vistalegre, porque posiblemente Perera se está desperdiciando con estos torillos. Debería asumir riesgos y anunciarse con toros de los que meten miedo y debería también mirar más hacia su interior y menos hacia Galapagar. Creo que esta temporada va a ser muy dura para él.
***
Las gentes disfrutan una barbaridad y sacan sus pañuelos blancos para obsequiar con trofeos a los tres diestros. Es la señal de que les ha gustado y a eso no hay nada que objetar. Sobre la puerta grande por la que salen dos toreros están sentados el Doctor Zaius y sus monitos amaestrados. Miro a Antoñete y me pregunto: ¿qué pensará?
Tres envases diferentes. Uno de material basto, arcilla primitiva; otro, de delicado cristal de La Granja; otro, de aluminio; los tres distintos por fuera. Pero aunque su apariencia externa es tan diversa, los tres contienen el mismo líquido. El líquido del toreo moderno, del toreo en el que se va hacia atrás, el toreo de no torear, sino de dar pases.
Si eres basto y culibajo, pues el destoreo queda muy patente. Tú abres las patorras como una uve mayúscula invertida y le atizas al toro (?) unos mantazos rectilíneos en los que ni el bicho ni su matador se comprometen, ya que el fin de tu tauromaquia es conseguir que el animal llegue a la muerte tan fresco como cuando salió del chiquero y pueda seguir repitiendo y repitiendo sus embestidas (?) para que el público soberano brame, pensando que ese estúpido perpetuum mobile es o tiene algo que ver con el toreo. ¿Y es que acaso no hay nada bueno o reseñable en el toreo de este hombre? Sí que lo hay. Hay dos cosas: Juli tiene el temple, y Juli, para la crítica, siempre está importante.
Si eres fino y elegante el destoreo se camufla con la finura y elegancia de tu porte. Le pegas al toro (?) unos mantazos rectilineos, pasándote al animal a una distancia de seguridad, vaciando la embestida ahí lejitos y echando la pierna hacia atrás, cediendo el terreno al bicho, para favorecer la ligazón de los largos muletazos dirá él, y para conseguir que el público soberano brame, pensando que eso es o tiene algo que ver con el toreo; con eso ya tenemos al Manzanares de Vistalegre. Cada muletazo, un cartel de toros. La faena, penosa como concepto de toreo. ¿Y lo bueno de éste? Unos preciosos adornos al final de la faena. Pura orfebrería. Es mejor ir a lo fácil.
Si eres valiente y has decidido que tú no te mueves, el destoreo se camufla en una sucesión de sustos y arrimones. Perera comienza con los ya tradicionales pases cambiados y luego viene todo lo demás, el parón que desata la adrenalina, los circulares invertidos todo al servicio de meter miedo al respetable más impresionable y de atizarle al toro (?) unos mantazos rectilíneos en los que no se trata de torear sino de prolongar la vida útil del animal para que siga haciendo embestidas (?) y conseguir llevar a las gentes al delirio del muletazo ensamblado con el siguiente, del toreo mecánico en el que al toro y al torero se les da cuerda. Toreo sin compromiso y sin finalidad. ¿Y de este qué se puede decir de bueno? Pues resulta difícil reseñar algo en la tarde de Vistalegre, porque posiblemente Perera se está desperdiciando con estos torillos. Debería asumir riesgos y anunciarse con toros de los que meten miedo y debería también mirar más hacia su interior y menos hacia Galapagar. Creo que esta temporada va a ser muy dura para él.
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Las gentes disfrutan una barbaridad y sacan sus pañuelos blancos para obsequiar con trofeos a los tres diestros. Es la señal de que les ha gustado y a eso no hay nada que objetar. Sobre la puerta grande por la que salen dos toreros están sentados el Doctor Zaius y sus monitos amaestrados. Miro a Antoñete y me pregunto: ¿qué pensará?
"Si eres valiente y has decidido que tú no te mueves, el destoreo se camufla en una sucesión de sustos y arrimones. Perera comienza con los ya tradicionales pases cambiados y luego viene todo lo demás..."
"Si eres fino y elegante el destoreo se camufla con la finura y elegancia de tu porte. Le pegas al toro (?) unos mantazos rectilineos, pasándote al animal a una distancia de seguridad, vaciando la embestida ahí lejitos y echando la pierna hacia atrás, cediendo el terreno al bicho..."
"Si eres basto y culibajo, pues el destoreo queda muy patente. Tú abres las patorras como una uve mayúscula invertida y le atizas al toro (?) unos mantazos rectilíneos en los que ni el bicho ni su matador se comprometen..."