José Ramón Márquez
El topicazo dice que Morante es Sevilla. Que digo yo, como el del libro ése, que si es así, ésa es otra razón más para no ir a Sevilla. Y no es que le tenga manía al pobre de La Puebla, que le estimo desde que me contaron esta anécdota, que parece de Rafael el Gallo: un día, en una recepción que daba el señor ése que se llama Griñán (ignoro su nombre de pila), dijo Morante en la cola del besamanos:
-¿Y éze zeñó quién é?
Pues de verdad que desde ése día me dio por tenerle cariño a Morante. Vamos, como el cariño que uno le tiene a un lorito gris que dice tacos o a un hamster que da vueltas en una ruedita que hay dentro de la jaula. ¡Ole, Morante!
Bueno, pero que, hablando en serio, hay que enseñar al que no sabe y repetir ad nauseam que no, que Morante no es Curro Romero, que Morante no tiene leyenda, que Morante es un fracaso, que no tiene puertas grandes ni del Príncipe, que Morante sólo tiene titulares de prensa, muchas letras, muchos adjetivos, muchas palabras hueras, pero que de lo que se dice toreo, de las faenas de verdad, de las tardes grandes, apenas tiene nada que poner encima del mantel.
Insistamos en que Morante apenas nos preocupa como torero, porque es como una franquicia de Curro, RIP, para algunos que no quieren que la realidad les estropee lo que tienen en el magín, que necesitan un santón del arte, de la detención del tiempo y de la tontuna ésa que sirve para entrecerrar los ojillos y suspirar, para creerse que el toreo es esa chorrada , para mentirse y mentir.
***
Siempre imagino a Morante subido en su borriquilla, con dos serones llenos de botellines por las veredas de su pueblo, vestido con la chupilla de camouflage, pensando en sus cosas. ¿En qué pensará Morante?
El topicazo dice que Morante es Sevilla. Que digo yo, como el del libro ése, que si es así, ésa es otra razón más para no ir a Sevilla. Y no es que le tenga manía al pobre de La Puebla, que le estimo desde que me contaron esta anécdota, que parece de Rafael el Gallo: un día, en una recepción que daba el señor ése que se llama Griñán (ignoro su nombre de pila), dijo Morante en la cola del besamanos:
-¿Y éze zeñó quién é?
Pues de verdad que desde ése día me dio por tenerle cariño a Morante. Vamos, como el cariño que uno le tiene a un lorito gris que dice tacos o a un hamster que da vueltas en una ruedita que hay dentro de la jaula. ¡Ole, Morante!
Bueno, pero que, hablando en serio, hay que enseñar al que no sabe y repetir ad nauseam que no, que Morante no es Curro Romero, que Morante no tiene leyenda, que Morante es un fracaso, que no tiene puertas grandes ni del Príncipe, que Morante sólo tiene titulares de prensa, muchas letras, muchos adjetivos, muchas palabras hueras, pero que de lo que se dice toreo, de las faenas de verdad, de las tardes grandes, apenas tiene nada que poner encima del mantel.
Insistamos en que Morante apenas nos preocupa como torero, porque es como una franquicia de Curro, RIP, para algunos que no quieren que la realidad les estropee lo que tienen en el magín, que necesitan un santón del arte, de la detención del tiempo y de la tontuna ésa que sirve para entrecerrar los ojillos y suspirar, para creerse que el toreo es esa chorrada , para mentirse y mentir.
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Siempre imagino a Morante subido en su borriquilla, con dos serones llenos de botellines por las veredas de su pueblo, vestido con la chupilla de camouflage, pensando en sus cosas. ¿En qué pensará Morante?