José García Domínguez
libertaddigital.com
Qué habilidad esa tan suya para trivializar hasta el oprobio cualquier expresión de grandeza verdadera o de genuino dramatismo. Ahora, acaba de plantarse tras el extinto telón de acero con tal de propalar entre sus reclusos que el franquismo, "nuestro muro propio", supuso algo similar a la URSS del Gulag. Una necedad de calibre equiparable a aquélla que cometió con la madre de Irene Villa, cuando sacó del baúl de la Piquer al abuelito de marras. Y un murito, ese doméstico, contra el que tanto debió luchar que ni siquiera sabe cuándo fue demolido. Así, según el cancerbero mayor de la Memoria Histórica, al caer el de Berlín, "España llevaba desde el año 1975 en un periodo de libertad y democracia". Y eso que algunos creíamos haber militado en la clandestinidad hasta el 9 de abril de 1977, día en que Suárez legalizó el matrimonio de conveniencia PCE-PSUC.
Sin embargo, Zapatero ya se sintió hombre libre y pájaro cantor mucho antes, con Arias Navarro ocupando la Presidencia del Gobierno y Juan Luis Cebrián dirigiendo los informativos de la televisión del Régimen. O sea, en pleno franquismo sin Franco, cuando Solzhenitsyn vino a España para explicar cómo se sobrevivía tras el auténtico Muro. Revelación que despertó la santa ira de la progresía, por cierto. Recuérdese: "¿Saben ustedes lo que es una dictadura? Los españoles son absolutamente libres de residir en cualquier parte y de trasladarse a cualquier parte de España. Nosotros, los soviéticos, no podemos hacerlo. Estamos amarrados a nuestro lugar de residencia por la propiska (registro policial). Las autoridades deciden si tengo derecho a marcharme de tal o cual población. También he podido comprobar que los españoles pueden salir libremente de su país para ir al extranjero. En nuestro país estamos encarcelados".
"Paseando por Madrid y otras ciudades, he podido ver que se venden en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos extranjeros, se verían inmediatamente decenas y decenas de manos tendidas y luchando por procurárselos. También he observado que en España uno puede utilizar libremente las máquinas fotocopiadoras. Ningún ciudadano de la Unión Soviética podría hacer una cosa así. Cualquiera que emplee máquinas fotocopiadoras, salvo por necesidades de servicio y por orden superior, es acusado de actividades contrarrevolucionarias".
Suficiente para que un airado zapaterista avant la lettre, Juan Benet, bramara: "Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Solzhenitsyn, subsistirán y deben subsistir los campos de concentración". Fue hace 33 años, pero no han cambiado ni una coma de su dogmatismo: el murito progre, incólume, sigue en pie.