viernes, 27 de noviembre de 2009

FAMOSFERA DE MENORES

Fama internacional

Ignacio Ruiz Quintano

ABC, 27 de Noviembre

La pepera Celia Villalobos (Hipatia de Málaga) pronunció el martes en el Congreso una verdad en números redondos: «Moved el culo, que hay que ver al Barça». Se votaba el nombramiento para la RTVE de Alberto Oliart, que, como todos los que presumen de estar en la pomada saben, es octogenario.

La España posmoderna reserva sus respetos para los menores. Ahí está el escándalo desatado por el asalto en una Red Social a los perfiles de las hijas de Zetapé, que ingresaron en la famosfera el día de la foto con los Obama. Y es que la discreción hay que currársela. Felipe González podía haber llevado a su hija vestida de Alaska o de Ana Curra para ver a Reagan en la Casa Blanca, pero no lo hizo, y la libró de una buena, es decir, de ser famosa. Lo de Zetapé con las chiquillas únicamente sería comparable, si medimos el impacto mediático, con lo de Malcon McLaren con los Sex Pistols. Ahora esas niñas padecen, como Joselito o Marisol, el «mal del famoso», que consiste en la pérdida de contacto entre uno y su circunstancia. Y cuanto más famoso se es, a más famosos se conoce.

¿Qué van a hacer ahora? ¿Quedarse en casa viendo «Bambi», con papá? Como tiene dicho Cacho, son «dos antisistema, pero con cuatro coches de policía por escolta». Los chavales que guardaban disciplinadamente cola -la juventud actual es la más disciplinada que se recuerda- para ver en Madrid a Rammstein (en Wikipedia vendrá cómo diablos se pronuncia en alemán) se quejaban del aparato de las muchachas para acceder al Palacio de los Deportes. «¡Envidia!», protestarán los chuchos de Roures, acostumbrados a morder las canillas a todo aquél que, ante el nombre de Zetapé, no se ponga en primer tiempo de saludo. Sí, pero la envidia es el fundamento de la democracia, y esto lo aduce Bertrand Russell, no el subteniente Remón, el mítico legionario que no quiere recortarse la barba para dejársela como Cebrián. Vivimos en una sociedad de mirones cuya disculpa es la distracción.



Marisol y Joselito / ellibrepensador.com