José Ramón Márquez
El caso es que a mi esa imagen me resultaba familiar. Alguna vez, al pasar por un bar en el que ponían una corrida por televisión, me fijaba en la pantalla y aparecían aquellos tipos. ¿De qué me suena esto?, pensaba. ¿Será que ya he vivido este instante con anterioridad?
Bueno, pues de pronto me vino la inspiración. Estos tíos son los tres que en El Planeta de los Simios se dedicaban a hacerle la vida imposible al Charlton Heston. Los pelotas del Doctor Zaius. Los que, cuando el pobre Heston se ponía a explicar que él era un hombre ilustrado, un astronauta sideral, se dedicaban a taparse uno los ojitos, el otro la boquita, el tercero los oiditos.
Y aquí los tenemos: el Doctor Zaius urdiendo el trajín del toreo por aquí y por allá. En todas las salsas. Vendiendo su falsa campechanía de fenicio que le sirve para cambiar sus cuatro vasijas de barro por tu oro. Y los tres monitos que le acompañan: el que no habla, sólo carraspea, fue un grandísimo torero. Se calla por los cuartos que le echan para ir tirando en la jubilación o porque, posiblemente, todo lo que ese hombre tenía que decir ya lo dijo con su capote y su muleta. El de los ojitos, el de los oídos van y vienen pero lo importante es no ver, no oír. Lo importante es justificar otra vez más a Julián, a Luque, al francés, a toda la patulea. Por mal que estén, siempre estarán ‘importantes’. Y dar leña sin tasa al que no es un monito, al que no comparte los plátanos, al astronauta que osa no rendir pleitesía. ¡Leña al Cid!, dijo el Doctor Zaius, y se han tirado el año dándole más palos que a una estera, a ver si lo ablandaban. Nunca se oyó ‘Importante Cid’. Ahora se incorpora al Planeta de los Simios otro que fue torero (entornemos los ojillos y digamos la jaculatoria: “Mmmmm…aquella tarde del dos de mayoooo…”) A éste lo que le corresponderá en el guión es taparse la nariz: “Non olet”.
El caso es que a mi esa imagen me resultaba familiar. Alguna vez, al pasar por un bar en el que ponían una corrida por televisión, me fijaba en la pantalla y aparecían aquellos tipos. ¿De qué me suena esto?, pensaba. ¿Será que ya he vivido este instante con anterioridad?
Bueno, pues de pronto me vino la inspiración. Estos tíos son los tres que en El Planeta de los Simios se dedicaban a hacerle la vida imposible al Charlton Heston. Los pelotas del Doctor Zaius. Los que, cuando el pobre Heston se ponía a explicar que él era un hombre ilustrado, un astronauta sideral, se dedicaban a taparse uno los ojitos, el otro la boquita, el tercero los oiditos.
Y aquí los tenemos: el Doctor Zaius urdiendo el trajín del toreo por aquí y por allá. En todas las salsas. Vendiendo su falsa campechanía de fenicio que le sirve para cambiar sus cuatro vasijas de barro por tu oro. Y los tres monitos que le acompañan: el que no habla, sólo carraspea, fue un grandísimo torero. Se calla por los cuartos que le echan para ir tirando en la jubilación o porque, posiblemente, todo lo que ese hombre tenía que decir ya lo dijo con su capote y su muleta. El de los ojitos, el de los oídos van y vienen pero lo importante es no ver, no oír. Lo importante es justificar otra vez más a Julián, a Luque, al francés, a toda la patulea. Por mal que estén, siempre estarán ‘importantes’. Y dar leña sin tasa al que no es un monito, al que no comparte los plátanos, al astronauta que osa no rendir pleitesía. ¡Leña al Cid!, dijo el Doctor Zaius, y se han tirado el año dándole más palos que a una estera, a ver si lo ablandaban. Nunca se oyó ‘Importante Cid’. Ahora se incorpora al Planeta de los Simios otro que fue torero (entornemos los ojillos y digamos la jaculatoria: “Mmmmm…aquella tarde del dos de mayoooo…”) A éste lo que le corresponderá en el guión es taparse la nariz: “Non olet”.