EL NIDO DEL CUCO
A Enric González, columnista del diario global en español, le han dado el Cuco Cerecedo (una piñata del periodismo de progreso), aunque no se sabe si por meterle el dedo en el ojo, y tampoco se sabe con qué dedo ni en qué ojo. Un día la ministra de los cómicos y los simples -valga la redundancia- soltó una majadería propia de la Casa de las Siete Chimeneas (nadie ha reparado todavía en el gusto con que los gobiernos de progreso saborean dos fundaciones de Millán Astray: Radio Nacional y el Ministerio de Cultura): que si Mozart hubiera tenido detrás a la Sgae, otro gallo le hubiera cantado, vino a decir la pobre ministra. Y Enric González le afeó el ejemplo, haciéndole ver cómo Mozart pirateó el Miserere de Allegri. A estas horas, la ministra sigue siendo ministra -Zapatero no abre un libro ni pone un DVD sin su permiso-, pero el columnista ha sido condenado a corresponsal en Jerusalén. Eso sí, con el Cuco Cerecedo al hombro.
Ignacio Ruiz Quintano
A Enric González, columnista del diario global en español, le han dado el Cuco Cerecedo (una piñata del periodismo de progreso), aunque no se sabe si por meterle el dedo en el ojo, y tampoco se sabe con qué dedo ni en qué ojo. Un día la ministra de los cómicos y los simples -valga la redundancia- soltó una majadería propia de la Casa de las Siete Chimeneas (nadie ha reparado todavía en el gusto con que los gobiernos de progreso saborean dos fundaciones de Millán Astray: Radio Nacional y el Ministerio de Cultura): que si Mozart hubiera tenido detrás a la Sgae, otro gallo le hubiera cantado, vino a decir la pobre ministra. Y Enric González le afeó el ejemplo, haciéndole ver cómo Mozart pirateó el Miserere de Allegri. A estas horas, la ministra sigue siendo ministra -Zapatero no abre un libro ni pone un DVD sin su permiso-, pero el columnista ha sido condenado a corresponsal en Jerusalén. Eso sí, con el Cuco Cerecedo al hombro.
Ignacio Ruiz Quintano
