José Ramón Márquez
Estábamos unos cuantos cenando en un agradable comedor y de pronto V., airado y demostrando una mala educación cósmica, anunció que por no sé qué razón -creo que de conciencia o de honor- no podía permanecer más tiempo sentado en aquella mesa: se levantó, fuese y no hubo nada. Yo nunca había reparado en este buen V., pues no tengo por costumbre leer prensa taurina que pase de los años sesenta del pasado siglo, pero reconozco que me llamaron poderosamente la atención dos cosas de él; por un lado, su falta de atención con las señoras, lo cual me parece deplorable; y por otro, su aire tan español de hombre ofendido, lo cual me parece tierno hasta cierto punto, que uno es un romántico.
Viene esta remembranza de hechos irrelevantes y pasados a cuento de que me he encontrado en la red con una propaganda del último número de la revista Aplausos ("¡El Aplausos!¡La revista taurina!", la vocea un sexagenario de pantalón corto por los tendidos) en la que, junto a otras cuantas firmas señeras de esos que viven de esto de los toros sin arriesgar un alamar, figura la de nuestro campeón, que me imagino que habrán estado todos a una afilando el adjetivo en eminente Consejo de Redacción.
Pues bien, la gran noticia es que el Aplausos, la revista taurina, lleva de pin-up a José Tomás, y hasta regalan un póster gigante a todo color del pétreo, que si es de buen tamaño, y espero que así sea, va a parecer el quinto evangelista que le faltó poner a Ávalos en Cuelgamuros. Además, la publicación tiene otros protagonistas, entre los que, desdichadamente, no caben muchas sorpresas, a saber: Morante (el de los haikus por verónicas), Talavante (el de los 12 toros en Madrid del año pasado), Luque (cuyo padre un día me invitó a un café), Ferrera (no sabía que seguía en activo), Padilla (a quien adoro desde el feo que les hizo a los pelmazos del siete), Pinar (a quien habré visto cien veces y de quien no recuerdo ni media haiku), Abellán (a cuyo padre regalaron no sé qué los del Zofío de Usera), Finito de Córdoba (que es natural de Sabadell), Matías Tejela (véase Pinar) y Bolívar (que, por lo menos, mata toros).
En la portada, magnífica por su composición si estuviésemos en los años 30, pone: Impactos. Ignoro a qué se refiere. Sé que el continente y, con toda certeza, el contenido excitan la necesidad de salir corriendo hacia el kiosco a agotar la tirada. Las cosas bien hechas y desinteresadas es lo que tienen.