[DEL DIARIO DE RICARDO BADA]
Weiß/Colonia, 11.11. Cuando me levanto por la mañana (Diny ya hace una hora que se ha ido de casa), encuentro como siempre el diario encima de la mesa, esperándome, y lo miro de paso a la cocina pero lo que leo en la portada , sobre la foto de un rostro que me es muy conocido y muy simpático, me detiene en seco: ROBERT ENKE HA MUERTO. Se ha suicidado, no puede ser sino que se haya suicidado (es una corazonada), me digo antes de leer la noticia al pie de la foto del arquero del seleccionado alemán. Y sí, se ha suicidado. Devoro la noticia, luego el reportaje de la página 3, antes de pensar en hacerme un té, o mejor dicho, sin ni siquiera pensar en ello. Me conmociona esta muerte, como a lo largo del día se verá que los deja mudos a todos, porque Enke era una persona nobilísima, el prototipo de la caballerosidad dentro y fuera de la cancha, un tipo comprometido contra el neonazismo y contra la violencia, implicado en tareas sociales, en fin, un fuera de serie, una personalidad por completo atípica en el mundo de los maradonas y de los cristianorronaldos, alguien a quien jamás se le ocurriría hablar mal de un colega sólo para ser el n° 1 del equipo nacional, alguien que huyó de Turquía rescindiendo ipso facto su contrato con un club de la Champions cuando vio degollar vivo a un gallo en un mercado de Estambul... Pero alguien, en fin, y esto es lo jodido del caso, de quien no conocíamos su cara oculta: las depresiones que lo han llevado a ese fin fatal, anoche, enfrentándose a un tren de cercanías. Es lo que más me aterra y me angustia, pensar en una persona tan sensible, tan frágil por dentro, avanzando sin vacilar por una vía férrea, haciéndose aplastar por un tren en marcha. Weiß/Colonia, 12.11. (1) Estadística macabra: con motivo del suicidio de Enke, los Ferrocarriles Alemanes han hecho pública la cifra de más de mil muertes anuales de personas que se quitan la vida arrojándose al paso de los trenes. Lo que vuelve atroz la cifra es pensar que se trata de tres cada día. Hay tres personas en Alemania que, día a día, se dejan matar por un tren en marcha. Y aún más: en su lenguaje frío (frío candente del hielo en este caso), el informe oficial sostiene que el suicida que se mata de ese modo, al mismo tiempo que víctima es reo de un delito cuya víctima resulta ser el conductor del tren que lo mata. Todos estos conductores deben recibir tratamiento síquico, y algunos ni siquiera pueden volver al trabajo. Uno de ellos, coloniense, lo describe así: «Es sólo un pájaro, y ya se oye cuando choca contra la cabina de la locomotora. Si es una persona, el ruido es horrísono, de los que no se pueden olvidar. Pero todavía queda lo peor. Cuando el tren se detiene, hay que bajar e ir a ver. Es como si te llevasen al patíbulo».