José Ramón Márquez
Si Julio Camba reclamaba un millón de pesetas para convertir a Getafe en nación, nuestro flautista favorito precisa de mucho menos para la conquista de México. Con doce autobuses (emomóviles), cuatro vallas publicitarias, cincuenta cuñas radiofónicas y unos cuantos anuncios en la cadena sky por importe de casi un millón de pesos, el trade marketing tomasero trata de cubrir la eventualidad de no llenar el aforo de la plaza de Avenida Insurgentes y de predisponer al público a favor del ídolo.
¿Cuál será el leit-motiv que esgrimirán en esa campaña publicitaria? En España se tocaron sucesivamente los siguientes palos: el primer año fue el de la inmolación, el que quisiera verle se tenía que dar prisa; el segundo año tocó lo del superhéroe defensor de la fiesta (con esos bicharracos, qué desfachatez); al parecer, para el tercero la cosa va de acabar con el cuadro cuando el Panguas 2010 le dé un rabo en Las Ventas (rabo que, como todo el mundo sabe pertenece a Toribio). En México, el primer año se lo montaron de tratar de crear una polémica con Enrique Ponce, que goza en el país norteamericano de un gran cartel, y que el de Chiva soslayó con elegancia. Tomás volvió de su excursión mexicana que ni fu ni fa; vamos, que ni marketing ni glamour, dramática situación para quien vive de tensar todos los resortes. Este año han cambiado la estrategia y con esos autobuses, cuñas y sky de fondo parece que pretenden hacer lo que se dice un ‘lanzamiento’, como quien pone en el mercado un nuevo bollito para los niños. A ver si se le logra, el hombre, y corta el rabo en la Monumental, y entonces, con el de Madrid, ya tendrá la parejita.
Al acabar la corrida, pueden colgar el rabo del retrovisor de uno de los autobuses y, subidos todos en él, emular a Herb Alpert y los Tijuana Brass recorriendo el D. F. de abajo arriba para festejar la gesta. ¿Qué más da la trompeta de Herb que la flauta de Salvador para tocar The lonely bull?
Si Julio Camba reclamaba un millón de pesetas para convertir a Getafe en nación, nuestro flautista favorito precisa de mucho menos para la conquista de México. Con doce autobuses (emomóviles), cuatro vallas publicitarias, cincuenta cuñas radiofónicas y unos cuantos anuncios en la cadena sky por importe de casi un millón de pesos, el trade marketing tomasero trata de cubrir la eventualidad de no llenar el aforo de la plaza de Avenida Insurgentes y de predisponer al público a favor del ídolo.
¿Cuál será el leit-motiv que esgrimirán en esa campaña publicitaria? En España se tocaron sucesivamente los siguientes palos: el primer año fue el de la inmolación, el que quisiera verle se tenía que dar prisa; el segundo año tocó lo del superhéroe defensor de la fiesta (con esos bicharracos, qué desfachatez); al parecer, para el tercero la cosa va de acabar con el cuadro cuando el Panguas 2010 le dé un rabo en Las Ventas (rabo que, como todo el mundo sabe pertenece a Toribio). En México, el primer año se lo montaron de tratar de crear una polémica con Enrique Ponce, que goza en el país norteamericano de un gran cartel, y que el de Chiva soslayó con elegancia. Tomás volvió de su excursión mexicana que ni fu ni fa; vamos, que ni marketing ni glamour, dramática situación para quien vive de tensar todos los resortes. Este año han cambiado la estrategia y con esos autobuses, cuñas y sky de fondo parece que pretenden hacer lo que se dice un ‘lanzamiento’, como quien pone en el mercado un nuevo bollito para los niños. A ver si se le logra, el hombre, y corta el rabo en la Monumental, y entonces, con el de Madrid, ya tendrá la parejita.
Al acabar la corrida, pueden colgar el rabo del retrovisor de uno de los autobuses y, subidos todos en él, emular a Herb Alpert y los Tijuana Brass recorriendo el D. F. de abajo arriba para festejar la gesta. ¿Qué más da la trompeta de Herb que la flauta de Salvador para tocar The lonely bull?