Por Jorge Laverón
Tomás Prieto de la Cal lidió el pasado 3 de septiembre sus toros en Ejea de los Caballeros, la capital de las Cinco Villas de Aragón. Motivo sobrado para abandonar Madrid y darse una escapada. Ver toros y toreros. O mejor, comer bien y visitar a los amigos.
Salimos de Madrid de buena mañana tras frugal desayuno: tostada de pan con aceite, ajo y pimentón picante; café y chinchón.
Prieto de la Cal, hijo de la Marquesa de Seoane, es un ganadero joven, relativamente joven, de gran solera. Conserva puro lo del Duque de Veragua, los famosos toros jaboneros de casta vazqueña. En Aragón, por sus muchos éxitos, es ganadero de culto.
En La Almunia de Doña Godina abandonamos autovías y autopistas para entrar por carreteras secundarias, disfrutar del paisaje y del paisanaje. Atravesamos Ricla, el hermoso pueblo de Braulio Lausín “Gitanillo de Ricla”, aquel torero de valor sobrehumano al que protegió el viejo Domingo Dominguín.
Rodeamos el Moncayo, recordamos a los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer, junto al Monasterio de Veruela. Atravesamos Cariñena, el Somontano del Moncayo, divisamos Tarazona de Aragón y su imponente judería. Parada en Tauste, ya de las Cinco Villas, para comer ternasco y el mejor queso de cabra del mundo, el de Bureta, regado con vinos como el Cariñena o un Campo de Borja. Breve visita a la Casa Palacio de los Condes de Bureta, edificio del siglo XVIII. Levantado sobre el torreón principal del antiguo castillo construido por los moriscos, que ocuparon la Marca Superior del Al-Andalus entre los siglos IX y X. Una maravilla más de las muchas de Aragón.
Y a los toros. Al coqueto coso de Ejea de los Caballeros. A la Plaza de Toros Miguel Peropadre Cinco Villas, el malogrado gran torero de esta tierra.
Fue Miguel Cinco Villas un torero de valor y arte. Triunfó mucho, gozó de enorme cartel en la Plaza de Vista Alegre, Carabanchel (Madrid). Murió en un desgraciado accidente de tráfico.
Frente a los toros jaboneros de Prieto de la Cal, tres toreros. Juan José Padilla, el ciclón de Jerez, que gracias a su oficio y su hacer “galerista” cortó una oreja al bravo cuarto. Luis Miguel Encabo, también en horas bajas, pero con valor para cortar la oreja al estupendo veragua que hizo segundo y dar la vuelta al ruedo tras matar al no menos estupendo Prieto de la Cal.
Cerró plaza el torero local Alberto Álvarez. El recuerdo del inolvidable Miguel Cinco Villas se hizo presente, muy cercano pese a los años pasados, cuando Alberto Álvarez toreó de capa con valor y arte. Rotunda sobriedad. Contenido el gesto y más aún, cuando tras doblarse por bajo en el sexto, como los toreros machos de Aragón –Murillo, Antonio Palacios, Raúl Aranda, Enrique El Bayas – toreó al natural con la derecha. ¡Como Miguel! Gracias Alberto Álvarez (aunque Miguel habría matado al toro a la primera). Fue una bella tarde y una hermosa faena.
Día y tarde que acabó en el Hotel de Sádaba, un antiguo monasterio de los Templarios, entre vino y rosas, conversando de toros y toreros, de Miguel y de Alberto, los toreros de las Cinco Villas.