F. J. Gómez Izquierdo
Por la parte del Alto Aragón, han juzgado estos días a un hombre acusado de matar a un alcalde. El suceso impactó en su día en las buenas y malas conciencias y, así como nuestro presidente de Gobierno descubre el Mediterráneo todos los jueves, el periodismo en general descubrió a Sófocles y a Eurípides... pero el acusado no se parece a Orestes, ni a Héctor, ni a Agamenón... El acusado se parece a los hermanos Izquierdo, aquellos de Puerto-Huerraco...
Esta semana han sacado a los oídos del público las preguntas de los civiles al acusado y los "choros" de mi barrio dicen que "está claro que 'sa berreao' ". El civil pregunta como con desgana. Y el acusado: "Le disparé y ya está". A los "choros" de mi barrio les ha sorprendido el desbarre del acusado cuando dice: "...el 'otro' no vio nada". Los psicólogos -ese cáncer de las nuevas sociedades- que han testificado en el juicio como peritos no han hecho hincapié en ese "...el otro". Se han explayado en sus necedades sin ninguna vergüenza y uno de ellos ha catalogado al acusado como megalómano, narcisista y paranoico. Las tres cosas a la vez. ¿Cómo se puede ser paranoico y narcisista? Misterios de los psicólogos, que no de la psicología -esa muleta a la que agarrarse el que sabe ver, oír y leer.
El guardia civil que pregunta carece de la intuición psicológica que siempre demuestra el camarero o el detective de novela negra de toda la vida. A Margarita Landi, aquella burgalesa que fumaba en pipa, no se le hubiera escapado ese "el otro no vio nada" y el tribunal estaría inquieto por un editorial escrito por aquella paisana, q.e.d.. Como los psicólogos han dicho que el acusado es capaz de matar y hay una declaración autoinculpatoria, pues caso cerrado, pero el aficionado a las crónicas de sucesos queda insatisfecho y con la sensación de que cada vez hay más "pringaos" que se comen marrones de otros. "El otro" sí que tendría papel en tragedia griega. Podría pasar por el astuto Ulises, aquél que se ató al mástil para escuchar el canto de las sirenas. En el pueblo vivían diez o quince, pero ".... el que estaba al lado del coche no era el acusado". Curiosa la manera de señalar sin que se note.
Por la parte del Alto Aragón, han juzgado estos días a un hombre acusado de matar a un alcalde. El suceso impactó en su día en las buenas y malas conciencias y, así como nuestro presidente de Gobierno descubre el Mediterráneo todos los jueves, el periodismo en general descubrió a Sófocles y a Eurípides... pero el acusado no se parece a Orestes, ni a Héctor, ni a Agamenón... El acusado se parece a los hermanos Izquierdo, aquellos de Puerto-Huerraco...
Esta semana han sacado a los oídos del público las preguntas de los civiles al acusado y los "choros" de mi barrio dicen que "está claro que 'sa berreao' ". El civil pregunta como con desgana. Y el acusado: "Le disparé y ya está". A los "choros" de mi barrio les ha sorprendido el desbarre del acusado cuando dice: "...el 'otro' no vio nada". Los psicólogos -ese cáncer de las nuevas sociedades- que han testificado en el juicio como peritos no han hecho hincapié en ese "...el otro". Se han explayado en sus necedades sin ninguna vergüenza y uno de ellos ha catalogado al acusado como megalómano, narcisista y paranoico. Las tres cosas a la vez. ¿Cómo se puede ser paranoico y narcisista? Misterios de los psicólogos, que no de la psicología -esa muleta a la que agarrarse el que sabe ver, oír y leer.
El guardia civil que pregunta carece de la intuición psicológica que siempre demuestra el camarero o el detective de novela negra de toda la vida. A Margarita Landi, aquella burgalesa que fumaba en pipa, no se le hubiera escapado ese "el otro no vio nada" y el tribunal estaría inquieto por un editorial escrito por aquella paisana, q.e.d.. Como los psicólogos han dicho que el acusado es capaz de matar y hay una declaración autoinculpatoria, pues caso cerrado, pero el aficionado a las crónicas de sucesos queda insatisfecho y con la sensación de que cada vez hay más "pringaos" que se comen marrones de otros. "El otro" sí que tendría papel en tragedia griega. Podría pasar por el astuto Ulises, aquél que se ató al mástil para escuchar el canto de las sirenas. En el pueblo vivían diez o quince, pero ".... el que estaba al lado del coche no era el acusado". Curiosa la manera de señalar sin que se note.