Por Daniel Samper Pizano
EL TIEMPO Colombia cambalache@mail.ddnet.es
[Vía Ricardo Bada]
Uno de los finales más famosos de la reciente literatura castellana, el de El coronel no tiene quien le escriba, transcribe la respuesta de Aureliano Buendía a su mujer cuando ella, agobiada por la pobreza, le pregunta qué comerán: "Mierda". Como siempre, García Márquez atina con la palabra perfecta. Cualquiera otra habría sido soez, cursi o superflua: excrementos, heces, deposición, deyección, popó, fimo, hienda, freza, boñiga, estiércol, caca, majada, zurullo, aguas mayores...
El ejemplo muestra que no hay malas palabras, sino palabras mal usadas, así como es más casto un desnudo estético que un traje provocador. Se puede ser terriblemente vulgar y burdo empleando mal las mismas palabras con que Cervantes escribió el Quijote o Nicanor Parra un poema: depende de quién las use, cuándo y cómo.
Tardaremos años en hallar un caso más nítido de vulgaridad que el de Diego Maradona al dirigirse hace poco, apoyado por gestos, a quienes lo critican: "¡Que la chupen... que la sigan chupando!". Si los directivos del fútbol argentino fueran serios, que no lo son, lo habrían destituido ya, pues resulta evidente que la antigua estrella no captó el delicado compromiso con la comunidad de quien dirige una selección nacional de fútbol, representación dinámica del simbolismo patrio.
La grotesca rueda de prensa de Maradona es uno de los muchos brotes del pantano de mal gusto en que chapoteamos. Chabacano es Maradona, pero también lo son Berlusconi, Chávez, Amy Winehouse, Daniel Ortega, Britney Spears, Pamela Anderson y, para no marginar el producto nacional, la Negra Candela y Carlos Moreno de Caro, por ejemplo.
Hasta hace un tiempo, los padres y el colegio formaban a los niños. Hoy los educan los medios de comunicación. La televisión, más que todo, pero también Internet y las nuevas tecnologías. De allí la rebaja general de gusto que nos aqueja. No dejo de pensar en el nivel de cloaca de los foros que acogen diarios y revistas, donde el insulto es casi obligatorio y la falta de educación es el principal título para participar. Muchas figuras públicas, para acercarse a esos auditorios en proceso de degradación, aceptan degradarse también y generan una veloz progresión geométrica hacia la vulgaridad y la agresividad.
El rock y el rap extremistas preocupan en todas partes; el gobierno español acaba de prohibir el porno en canales abiertos; el último videojuego japonés consiste en una guerra a punta de halitosis (sería campeón nuestro Himno Nacional: "Su varonil aliento de escudo les sirvió"). A menudo, la violencia verbal y visual se materializa en hechos. No es casualidad que proliferen cada vez más las palizas de alumnos y padres a profesores. Colombia, además, padece la plaga de la literatura de narcos, 'paras' y sicarios, estupenda cuando es de buena calidad, pero lamentable en la mayoría de los casos.
La agresividad forma parte de la "cultura de incultura" en que nos sumimos. También la altanería del ignorante. Hace años, el deterioro de la caligrafía alertaba sobre el descenso en la educación; hoy los atropellos a la ortografía y la gramática desnudan el deterioro de las formas. Los mensajes más insultantes en los foros son los que peor ortografía acusan.
"Que la chupen..." Las palabras de Maradona merecen consignarse como símbolo de una era en que impera la ordinariez. De la crisis económica global saldremos un día. Pero ¿cuándo saldremos de la crisis de mal gusto, chabacanería y vulgaridad?
ESQUIRLAS. 1) A un amigo que vive en la calle 92 de Bogotá envío, ex profeso, una carta con el nombre oficial de la vía: "Avenida Alejandro Obregón". La devuelven los Servicios Postales Nacionales S. A. por "Dirección deficiente". ¡Cómo no se los va a tragar Internet! 2) ¿Quién robó y dónde está el mosaico de grado de GGM en el liceo de Zipaquirá?
[Desde hace varios años, el autor del texto recibe comentarios a su columna en cambalache@mail.ddnet.es]