martes, 4 de agosto de 2009

VENGANDO UN DESVÍO


En el sigloXIX el grabador

EL SARGENTO Y LA PLANCHADORA

LUNA LLENA

José Buera Ortega y Ascensión Román, planchadora, joven de rostro agraciado y simpático, y elegante, se conocieron hace seis años y7 al poco tiempo entablaron relaciones amorosas.

Buera, con zalamerías y promesas, logró que la pasión platónica se tornase en práctica y que Ascensión se entregara con armas y bagajes.

Los tórtolos vivieron juntos algún tiempo, pero el casamiento no se ejecutó.

CUARTO MENGUANTE

Pepe llegó a hastiarse y no se preocupó más que de buscar el medio de desprenderse de Ascensión, que por su pasión volcánica se le iba haciendo molesta.

Cansados de la continua lucha de reproches, se separaron los tórtolos.

Él sentó plaza en el regimiento de infantería de León, número 38, y ella estableció un taller de plancha en la calle de Regueros, donde actualmente vive.

Desde aquel día, José Antonio y Ascensión se vieron de tarde en tarde; pero ella, aunque seguía queriéndole, por orgullo y dignidad no quiso molestarle ni suplicar inútilmente.

EL ENCUENTRO

El 8 de Septiembre del corriente volvieron a verse Ascensión y José, que ya lucía en las bocamangas galones de sargento.

Hablaron aquel día los dos jóvenes de sus antiguos amores; recordaron los días felices transcurridos hacía tanto tiempo, y sintieron ganas de reanudar los amores que en mala hora dieron por terminados. Volvieron a ser novios.

Ella dijo al sargento que vivía en la calle de Regueros números 4 y 6, donde con otra compañera había establecido un taller de plancha.

Pepe y Ascensión volvieron a vivir juntos por unos días.

Cansado el sargento, sin duda, o pesaroso de la infidelidad que cometía con aquella otra mujer, con la que vive actualmente, trató de aclarar su situación con respecto a la planchadora.

Se lo declaró todo; y ella, al saber que no era la única dueña del amor de José, al saber que éste la engañaba, juró vengarse y de nuevo se separaron.

LA VENGANZA

La segunda separación dolió más que la primera a Ascensión, puesto que siendo casado Pepe y con un hijo no podía aspirara realizar sus sueños.

Cuando Ascensión se convenció de que era inútil toda esperanza, concibió el siguiente plan: comprar vitriolo, ir a buscar a su ex amante y arrojárselo a la cara.

Anteayer estuvo Ascensión buscando al sargento todo el día, sin lograr dar con su paradero; consiguió, sin embargo, enterarse de que ayer por la mañana había de venir a Madrid desde Leganés.

Ascensión se levantó temprano, compró el vitriolo en una droguería de la calle del Barquillo y marchó a la Puerta del Sol.

A poco llegó Pepe, se saludaron y subieron al tranvía.

Durante el viaje, los ex novios conversaron animadamente. Al oírlos reír, nadie hubiera creído de que al poco rato tenía que desarrollarse entre ellos una tragedia.

Hablaron de lo de siempre; ella, de volver a reanudar sus relaciones; él, del compromiso que le impedía casarse con Ascensión.

Al llegar a Carabanchel Bajo descendió el sargento del tranvía; ella estaba todavía en la plataforma y le llamó:

¡Oye!

Pepe volvió la cabeza y entonces Ascensión, rápidamente, le lanzó el vitriolo a la cara, diciendo:

¡Toma, para que no te vayas de rositas, y aprendas a no engañar a las mujeres!

LAS QUEMADURAS

Buera sintió inmediatamente que se le abrasaba la cara, y corriendo se dirigió a una farmacia próxima, donde fue auxiliado de primera intención, pasando después al Hospital Militar, donde quedó instalado en la sala de Cirugía, donde el médico de guardia D. Higinio Peláez y el ayudante Sr. Ballenato le apreciaron anchas placas de quemaduras en las mejillas y en la frente, en el párpado superior derecho, en las orejas y en ambas partes laterales del cuello, todos de pronóstico grave.

LA DETENCIÓN

Ascensión siguió en el mismo tranvía hacia Madrid.

El inspector número 34, que también resultó con algunas ligeras quemaduras, al pasar el coche por el cuartel del Cuerpo de seguridad, obligó a Ascensión a que se entregase.

Así lo hizo ésta sin oponer resistencia.