Juan Manuel de Prada fue primero tanteado por las sirenas de la secta del Dios de Piedra, mas se mantuvo firme en la fe -que incluye amistad verdadera- del humano Enrique Ponce, y entonces fue lapidado por los tonton macoutes de The Flintstones. Ahora nos honra como lector:
«¿POR qué tanta gente opina de lo que ignora?», se pregunta José Ramón Márquez, en el suculento blog de Ruiz Quintano, «Salmonetes ya no nos quedan», harto de la «patulea» que se arrima ahora a despotricar de la fiesta nacional, con el mismo desparpajo con que hace unas semanas lo hacía, pongamos por caso, de Dios, ante la mortandad causada por el terremoto de Haití, del que ya no se acuerdan (ni del terremoto ni de Dios, para alivio de este último). A Márquez podríamos responderle con aquella definición que Leonardo Castellani hizo de la libertad de opinión, que es «el chillar de los ignorantes para acallar al sabio». (Abc)