martes, 8 de junio de 2010

66 Años del Día D / Tres


D-Day

RUMBO A LA VICTORIA

III

Ernest Hemingway
Collier's, 1944

No llegamos a alcanzarla porque nos metimos en la depresión de una ola grande en vez de alcanzar su elevación. Nuestro LCVP tenía poca movilidad, con la carga de cajas de TNT y la coraza de acero de tres octavos de pulgada, y así, se metía en el tumbo de las olas grandes en lugar de subir a la cresta, y el agua entraba abundantemente en ella.

-¡Que el diablo se lleve ese PC! –exclamó Andy–. Le preguntaremos a los de ese LCI [embarcaciones de desembarco, infantería].

Esos transportes son las únicas embarcaciones anfibias que tienen un aspecto verdaderamente marinero, pues tienen las peculiaridades de una embarcación corriente, mientras que las LCVP se parecen a una bañera de hierro y los LCT parecen góndolas utilizadas como cargueros. La mar estaba cuajada de esta clase de embarcaciones. Sin embargo, muy pocas navegaban con dirección a la costa. Habían hecho rumbo a ella, mas variaban y retrocedían. Me pareció ver filas de tanques en la playa; no pude precisarlo, porque mis prismáticos estaban mojados y no funcionaban debidamente.

Andy juntó las manos a modo de bocina y voceó a un LCI, cargado con tropas, que pasaba cabeceando cerca de nosotros:

-¿Dónde está Fox Green?
-No se oye nada –contestó uno.

Nosotros no teníamos megáfono.

-¿Enfrente de qué playa nos encontramos? –volvió a vocear Andy.

El oficial del transporte movió la cabeza y los otros oficiales dirigieron la vista por encima del hombro a la playa y no a nosotros. Andy ordenó al timonel:

-¡Arrímese! ¡Arrímese lo más que pueda!

Aceleramos el motor para situarnos de costado al LCI, tras lo cual lo paramos. El viento se llevaba las palabras, cuando Andy volvió a vocear:

-¿Dónde está la playa de Fox Green?

-Enfrente de ustedes a su derecha –contestó el oficial.

-Muchas gracias –respondió Andy; dirigió la vista por la popa a las otras dos lanchas, y le dijo al telegrafista Ed Banker-: Comuníqueles que se acerquen a nosotros.

Éste se volvió, efectuó unos movimientos con el brazo al tiempo que subía y bajaba el índice, y respondió:

-Ya vienen, señor.

Al volver la vista atrás, se veía cómo las dos lanchas se encaramaban con su pesado cargamento por las olas, verdes ahora por faltar la luz solar, y se metían en la depresión de ellas.

-¿Se ha calado, señor?

-Hasta los huesos.

-Yo, también. Lo único que hasta ahora tenía seco era el ombligo.

Le dije a Andy:

-Tiene que ser Fox Green. Pues recuerdo dónde terminan los acantilados. Todo lo que se ve a la derecha es Fox Green, con el campanario de la iglesia de Colleville, la casa en la playa, el valle de Ruquet y Easy Red a la derecha. No cabe duda de que lo es.

-Lo comprobaremos cuando estemos más cerca –respondió Andy-. ¿Está seguro de que es Fox Green?

-Desde luego. Lo mismo que nosotros se movían las demás lanchas de las fuerzas de desembarco en aquella confusión: avanzaban, retrocedían y cambiaban de rumbo.

Le dije a Andy:

-Aquí pasa algo raro. ¿Ve los tanques? Están en la orilla de la playa y no han avanzado nada.

Parecían gigantescos y amarillentos sapos acuclillados en toda la extensión de la playa. En aquel momento se incendió uno de ellos y empezó a arder levantando una llama amarilla rodeada de un humo negro y espeso. Otro que se encontraba un poco más lejos también fue pasto de las llamas. Me puse de pie para ver, y otros dos se incendiaron: los primeros despedían una grisácea y densa columna de humo, que el viento arremolinaba por la playa.
Mientras intentaba ver si había soldados detrás de la línea de tanques, uno de esos vehículos de guerra estalló produciendo una negruzca llamarada.

-Se lo podemos preguntar a los de esa lancha –respondió Andy, y, dirigiéndose al timonel–: ¡Arrímese a ese LC! ¡Sí, a ése, y no pierda tiempo!