UNA NACIÓN ES UNA NACIÓN ES UNA NACIÓN
José García Domínguez
Libertad Digital
En un país como éste en el que nadie sabe estar en su sitio, paraíso secular de los intrusos donde los cómicos se quieren políticos y los políticos se desviven por ejercer de cómicos, al Tribunal Constitucional le ha dado por asaltar las funciones de la Academia de la Lengua. Y consecuente con su impostura, acaba de maquinar una sentencia que limpia, fija y da esplendor a la gramática parda del Estatuto de la discordia. Así, como quien juega a la ruleta rusa con las definiciones del diccionario, María Emilia & Cía se han lanzado al empeño de pontificar sobre significantes y significados, en lugar de discernir competencias, legitimidades y jurídicos atropellos, el prosaico cometido por el que les pagamos el sueldo. Al cabo, una picardía leguleya muy propia con tal de mantenerse au dessus de la mêlée, que no a la altura de las circunstancias.
"Una rosa, es una rosa, es una rosa", sentenció en memorable verso Gertrude Stein. Aserto que, por evidente, jamás ha requerido de explicación alguna, pues su "eficacia interpretativa" emerge palmaria. E igual pudiera haber clamado: "Una nación es una nación es una nación". O "Unos derechos históricos son unos derechos históricos, son unos derechos históricos". Y tampoco nadie habría demandado el auxilio de don Manuel Aragón y su hermenéutica dizque azañista para descifrar el sentido último de enunciados tan obvios. De idéntico modo, a estas horas, Cataluña es una nación conforme a derecho, está dotada de símbolos igualmente nacionales, y fundamenta su autogobierno en los arcanos derechos históricos del pueblo catalán.
Ante semejante proclama constituyente, ¿qué demonios cabe interpretar? ¿O acaso la lengua castellana tolerará algún sentido distinto de la soberanía a las palabras invocadas en ese párrafo? Validada ante todos los tratados de filología hispánica la premisa mayor del engendro, resta la pedrea derogatoria a fin de mantener entretenida a la afición. Como esa cantinflesca nueva, la que concede que el idioma de uso preceptivo en el espacio institucional, el propio, normal, exclusivo y excluyente, amén, huelga decirlo, de obligatorio, dejará de exigirse "con carácter generalizado". Traducido al sermo vulgaris: Absolutamente todos los habitantes de Cataluña habrán de acreditar pericia en la lengua vernácula, excepto los señores jueces y magistrados, claro está. Corporativismo se llama la figura. Y tampoco conoce patria.
José García Domínguez es uno de los autores del blog Heterodoxias.net