Jorge Bustos
España aún puede batir el pintoresco récord de ganar el Mundial y hundir el euro en el mismo mes. Veremos qué pasa antes, si es que ganamos y si es que seguimos orgullosamente reluctantes al limosneo alemán. Zapatero es como el hidalgo miserable pero pintón de El Lazarillo o como aquel caballero de la Mesa Cuadrada de los Python que, cercenadas sus piernas y brazos y aspergiendo sangre a chorros desde el suelo, aún tenía fuerzas para gritarle a su amputador:
“¡No huyas, cobarde! ¡Esto sólo es un rasguño!” Quien huye es el dinero del inversor y la crisis será un rasguño, pero por algo habrán regresado al tablao del confusionismo patrio los coros y danzas de la cultura oficial que luchan contra el fascismo a golpe de vídeo republicano. En nombre del antifascismo aquí se ha visto defender a un juez pluriimputado y antes asesinar a los curas inyectándoles aire por el ano. Conviene recordar estas formas de esparcimiento que popularizó la República ahora que recibimos lecciones unilaterales de democracia antifascista.
El que se sorprenda del sectarismo inexpugnable de cierta izquierda española debería reparar, con Gómez Dávila, en que el socialismo es la ideología de la culpabilidad ajena, o sea, del resentimiento, y por eso los comandantes de las checas eran tipos especialmente feos y por eso el socialismo acaba por resumirse en la tendencia a que los pobres sean ricos y los ricos sean pobres. Zapatero, convencido de que la realidad no le merece (Espada dixit), va cumpliendo la querencia socialista lo mejor que puede, y su prolongadísimo inquilinato en tan confortable inopia lo pagamos -los impuestos son multas por hacer las cosas bien- nosotros y los bisnietos que aún no tenemos. Para entonces, quizá tengamos un Mundial y alguien recuerde, siquiera brumosamente, una película de Almodóvar.
(Época)