José Ramón Márquez
¿Esto son casas? ¿Esto son viviendas? ¿Es éste el sitio donde habitarán las familias? ¿El sitio de donde saldrán los niños con destino al colegio y los padres a ganarse el sustento? ¿Es esto lo que queda de la famosa machine á habiter de Le Corbusier?
Cien años de teoría dan lugar a que en los albores del siglo XXI sea ésta la propuesta que se ofrece a las gentes, este edificio justo al lado de la oscuridad en el borde de la ciudad, junto al cinturón de autos con seis carriles, dos vías de servicio y dos arcenes; el edificio que proclama la inanidad de sus autores así como su total falta de generosidad para con su oficio y para con sus clientes. Decía Le Corbusier que ‘la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz’. Pues bien, aquí negamos la luz, con un par de volúmenes, y sanseacabó. Le Corbusier acaso fue víctima de su gusto, de su formación y de su genialidad, pero estos, los que proyectan este absurdo gris al borde de la ciudad son ciertamente víctimas de su ignorancia, de su osadía y de su incultura.
Aceptemos, como llevan afirmando algunos desde hace unos años, que la modernidad es un movimiento anticuado y que deben abandonarse las premisas de esa arquitectura. Bien. ¿Y por qué otra cosa las podríamos sustituir? ¿Acaso por la arquitectura globalizada que se adueña de nuestras ciudades y cuyas soluciones valen igual para Málaga que para Helsinki, o para Broklyn y La Celsa? ¿Quién concibió esta cárcel? ¿Para qué barrio, para qué país? ¿En qué se inspiraron para proyectarla? ¿Alguien puede presentar en este edificio un gramo de reflexión sobre el hombre, sobre la ciudad del presente o del futuro, un gramo de humanismo, o es un mero copy-paste, una nave a la deriva abandonada entre las demás a su suerte, vieja, fea y anticuada antes incluso de ser finalizada?
¿Qué es lo que están enseñando en la Escuela de Arquitectura?
¿Esto son casas? ¿Esto son viviendas? ¿Es éste el sitio donde habitarán las familias? ¿El sitio de donde saldrán los niños con destino al colegio y los padres a ganarse el sustento? ¿Es esto lo que queda de la famosa machine á habiter de Le Corbusier?
Cien años de teoría dan lugar a que en los albores del siglo XXI sea ésta la propuesta que se ofrece a las gentes, este edificio justo al lado de la oscuridad en el borde de la ciudad, junto al cinturón de autos con seis carriles, dos vías de servicio y dos arcenes; el edificio que proclama la inanidad de sus autores así como su total falta de generosidad para con su oficio y para con sus clientes. Decía Le Corbusier que ‘la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz’. Pues bien, aquí negamos la luz, con un par de volúmenes, y sanseacabó. Le Corbusier acaso fue víctima de su gusto, de su formación y de su genialidad, pero estos, los que proyectan este absurdo gris al borde de la ciudad son ciertamente víctimas de su ignorancia, de su osadía y de su incultura.
Aceptemos, como llevan afirmando algunos desde hace unos años, que la modernidad es un movimiento anticuado y que deben abandonarse las premisas de esa arquitectura. Bien. ¿Y por qué otra cosa las podríamos sustituir? ¿Acaso por la arquitectura globalizada que se adueña de nuestras ciudades y cuyas soluciones valen igual para Málaga que para Helsinki, o para Broklyn y La Celsa? ¿Quién concibió esta cárcel? ¿Para qué barrio, para qué país? ¿En qué se inspiraron para proyectarla? ¿Alguien puede presentar en este edificio un gramo de reflexión sobre el hombre, sobre la ciudad del presente o del futuro, un gramo de humanismo, o es un mero copy-paste, una nave a la deriva abandonada entre las demás a su suerte, vieja, fea y anticuada antes incluso de ser finalizada?
¿Qué es lo que están enseñando en la Escuela de Arquitectura?