Jorge Bustos
La anécdota la contaba Guardia y la recogía Ruiz Quintano en su blog. Cuando los progres de Hollywood se enteraron de que Dennis Hopper iba a votar a Bush en 2004, le preguntaron, escandalizadísimos:
-¿Cómo es que tú, un tipo de izquierdas de toda la vida, ahora votas a Bush?
-Muy sencillo. Antes yo bebía y me drogaba. Ahora estoy sobrio.
Obama ha consumado su acercamiento intelectual a Zapatero destituyendo al general Stanley A. McChrystal, el más insomne cazador de terroristas de que disponía ese pelotón de hombres que acaba salvando la civilización. Para la izquierda global, claro, McChrystal no es más que un rancio cierrabares. El tipo que entra sobrio en el garito, apaga la música y recuerda a los pijoprogres borrachos que sus guardaespaldas siguen a la intemperie en la cruda madrugada, cuidándoles el carro. Eso hizo McChrystal al pedirle a Obama 30.000 soldados más si es que tenía algún interés en ganar la guerra. Pero, ay, eso de ganar guerras está muy mal visto en la posmodernidad, mientras que si las pierdes puedes hacerte artista y vivir de las subvenciones que merecerán tus historias de glamourosos derrotados y pasearte por Cannes como el más abnegado escarbador de arena utópica bajo los crueles adoquines del imperialismo.
El aguafiestas de McChrystal insistía en que hay gente aturbantada que te odia, que quiere matarte, que por matarte se mataría a sí misma y ataviaría de bomba humana a sus más tiernos infantes y que, encima, tan desaprensivo exponente de la multiculturalidad va ganando la guerra afgana porque tu comandante en jefe espera desarmarles petando sus discursos de caídas de ojos y trémolos de hoyuelo facial.
Por una palmadita de este Eastwood a lo Gran Torino, sus soldados se alimentarían de cactus sin pelar. Dormía poco, memorizaba cada duna y escuchó a las tropas españolas quejarse de la desatención de Carme. Obama lo ha destituido, quizá por falta de glamour, como ZP a Molina. Ahora los talibanes brindan por su ausencia y piensan: “¡Están locos estos romanos!”
(La Gaceta)