miércoles, 23 de junio de 2010

Morante: "No me está saliendo mal el mes de junio"


José Ramón Márquez

Ahora que gracias a Shuarma y Bunbury -tenaz mañico- sabemos que el tiempo lo puede parar cualquiera, que ya me imaginaba yo que había truco en eso del escacharre de los relojes de Morante, creo que ya podemos mirar al de La Puebla del Río con unos ojos menos horrorizados y verle simplemente como un torero que va por las plazas diciendo su verdad. ¿Su verdad o la verdad? Pues no sé, no sé, veamos su último mes a ver qué sale.

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Nos viene de perlas tomar como punto de partida el día de la mítica silla de Nimes, fecha que queda en los anales del toreo como la Corrida del Montepío o la tarde de los siete toros de Martínez; fue justamente el día 23 de mayo de 2010, fecha cabalística en que Morante se enfrenta a unas fieras de Juan Pedro Domecq, con la divisa de Veragua. Brillan en la tarde unos detalles con su primero y unos lances lentísimos a su segundo, al que recibe sentado en una silla con forro de terciopelo y lo despide de la vida terrenal sentado también en dicha silla. Sublime, al decir de los cronistas. Dos orejas y rabo se llevó a La Puebla desde La France.

En Madrid, al parecer, estaba empeñado en matar una de Concha y Sierra el día 2 de junio, pero finalmente se las tuvo que ver con un serio encierro de ese gran ganadero que es Joaquín Núñez del Cuvillo. En un inenarrable tercio de quites entusiasma a la exigente afición de Las Ventas y con ese perfume y un montón de recortes de periódico se vuelve al pueblo.

En Granada, el dia 4, pese a haber pedido denodadamente la de Miura, se tuvo que contentar con una de Torrealta ante la que sólo brillaron unas chispas de capoteo a su segundo. Con esos aromas se vuelve al pueblo.

Se va al día siguiente para Sanlúcar y allí, pese a haber exigido la del Conde de la Maza que no quisieron los Choperón en Madrid, tiene que vérselas con los feroces Torrestrella a los que entre el saludo capotero y los detalles a su segundo, les arranca una oreja.

En Barcelona, seducida y abandonada por el fetiche de Galapagar, se las ve al día siguiente con el torero siempre importante. Ambos habían hecho lo imposible por anunciarse con un encierro de Partido de Resina, pero una vez más su sino se tuerce y se las tienen que entender con los pavorosos Domingo Hernández y Garcigrande. En el cuarto pone nuestro simpático héroe a la plaza en pie con el capote y le dan una oreja.

Vienen luego unos días de reposo, introspección y paseos en borriquillo hasta el día 20. Ahí está citado con los Bambino, padre e hijo, para ser testigo del corte de la coleta del primero y de la alternativa del segundo ante los feroces Veraguas de Juan Pedro. Está lidiador en su primera fiera, para contradecir a los que sólo le ven como un torero débil, y fácil con el capote ante su segundo enemigo, y otra oreja que se lleva a casa.

Y hoy, en Badajoz, otra vez frente a los encastados Veraguas de Juan Pedro firma la faena de las doce tandas -su particular sermón de las doce palabras- en la que, al decir de los estudiosos del fenómeno morantero, consiguió torear sin el barroquismo de otras tardes y llevarse otra oreja más.

Total, en siete corridas, seis orejas y un rabo. Casi el mismo botín que le han robado a July en todos los sitios por los que va, al decir de la Prensa del Movimiento Julysta. Dice Morante: “Bueno, aún no ha terminado. Pero no me está saliendo mal el mes de junio.” Pues la verdad es que no, José Antonio, no va la cosa nada mal. Es para envidiarle, ¿no?