A A.
José Ramón Márquez
Digo yo que a Barceló también le gustará, como a todo hijo de vecino, desayunar y cenar, y luego eso lo lleva a su obra artística de forma natural. Para el aficionado no especialista, queda genial un título que te recuerde que es la hora de cenar y que ya debes irte del museo o lo bien que desayunaste por la mañana, mucho mejor que esos títulos de Pollock que se llaman Nº1 o Nº 30, o ese de Rothko titulado Nº3/Nº13, que ni dan media pista al espectador ni abren el apetito.
A Barceló le va el rollo gastronómico, y eso se nota porque en la catedral de Mallorca ha puesto los frutos del mar y los frutos de la tierra, que lo de ‘fruto’ ya evoca a cosa comestible. Tiene un Desayuno en la Hierba II que, como lo pintó al venir del desierto, le salió como de arena, aunque, hablando de desayunos, a mi personalmente me gusta más el Dejeuner sur l’herbe de Manet, con esa enigmática y sonriente señorita en bolas que nos mira descaradamente, que el de Barceló, que ni tiene hierba ni está la Puri, que se conoce que se la llevó el simún por los aires.
Como el mundo de la pintura está también lleno de buenas cenas, como las sepulturas, Barceló hizo su Big Spanish Dinner, que está en el Reina Sofía, y en la que hay una cazuelita con mejillones pegados, pues es fama la costumbre que tiene el mallorquín de pegar cosas en sus obras. Bueno, pues al parecer se ha perdido uno de esos mejillones, que se ha despegado, se ha caído de la cazuelita y hoy día nadie sabe dónde anda el bivalvo. Unos piensan que lo barrieron las señoras de la limpieza sin darse cuenta del valor del molusco, y otros, que fue un hurto premeditado de un coleccionista de extravagancias. Siempre hay quien va más allá y cree que alguien lo secuestró para pedir un rescate a González Sinde, o que lo robaron por encargo de un rico fetichista, o que fue una abducción OVNI, aunque eso está más en la línea del otro Miquel Barceló, el editor de relatos de sci-fi en ediciones Beta. El hecho es que la actual Spanish Dinner es ahora un mejillón más small que cuando la concibió su autor y que ese pequeño fallo en la custodia y conservación de tan preciada obra de arte da pie a pensar, más bien, en una merienda de negros que tendrá que explicar la provecta señora Blanco.
José Ramón Márquez
Digo yo que a Barceló también le gustará, como a todo hijo de vecino, desayunar y cenar, y luego eso lo lleva a su obra artística de forma natural. Para el aficionado no especialista, queda genial un título que te recuerde que es la hora de cenar y que ya debes irte del museo o lo bien que desayunaste por la mañana, mucho mejor que esos títulos de Pollock que se llaman Nº1 o Nº 30, o ese de Rothko titulado Nº3/Nº13, que ni dan media pista al espectador ni abren el apetito.
A Barceló le va el rollo gastronómico, y eso se nota porque en la catedral de Mallorca ha puesto los frutos del mar y los frutos de la tierra, que lo de ‘fruto’ ya evoca a cosa comestible. Tiene un Desayuno en la Hierba II que, como lo pintó al venir del desierto, le salió como de arena, aunque, hablando de desayunos, a mi personalmente me gusta más el Dejeuner sur l’herbe de Manet, con esa enigmática y sonriente señorita en bolas que nos mira descaradamente, que el de Barceló, que ni tiene hierba ni está la Puri, que se conoce que se la llevó el simún por los aires.
Como el mundo de la pintura está también lleno de buenas cenas, como las sepulturas, Barceló hizo su Big Spanish Dinner, que está en el Reina Sofía, y en la que hay una cazuelita con mejillones pegados, pues es fama la costumbre que tiene el mallorquín de pegar cosas en sus obras. Bueno, pues al parecer se ha perdido uno de esos mejillones, que se ha despegado, se ha caído de la cazuelita y hoy día nadie sabe dónde anda el bivalvo. Unos piensan que lo barrieron las señoras de la limpieza sin darse cuenta del valor del molusco, y otros, que fue un hurto premeditado de un coleccionista de extravagancias. Siempre hay quien va más allá y cree que alguien lo secuestró para pedir un rescate a González Sinde, o que lo robaron por encargo de un rico fetichista, o que fue una abducción OVNI, aunque eso está más en la línea del otro Miquel Barceló, el editor de relatos de sci-fi en ediciones Beta. El hecho es que la actual Spanish Dinner es ahora un mejillón más small que cuando la concibió su autor y que ese pequeño fallo en la custodia y conservación de tan preciada obra de arte da pie a pensar, más bien, en una merienda de negros que tendrá que explicar la provecta señora Blanco.