
La semana más grande de Andalucía. Los que tienen trabajo, llegan a casa, comen, se duchan y se acicalan como para ir de boda. Los que no tienen trabajo, también...
Blog de la vida privada ("Humanismo es telecomunicación fundadora de amistades que se realiza en el medio del lenguaje escrito." Peter Sloterdijk)
Norrie May-Welby nació hace 48 años con su méntula y sus dos adláteres, o sea, con todos sus atributos o fruto en la ingle que diría Hernández el poeta, pero Norrie no se sentía varón, qué le vamos a hacer. Crecía y crecía y seguía sin sentirse del todo macho, así que cuando cumplió 28 primaveras se cambió de sexo. Pero los quirófanos intervienen tejidos celulares y no articulaciones psicológicas o sentimentales, así que Norrie salió de la clínica con su empanada mental intacta. Que tampoco se sentía mujer, vaya, pese a la emasculación que le habían practicado (uf). Bien. Puesto que el bueno (¿buena?, ¿buene?) de Norrie había nacido en Reino Unido, pero se crió desde los siete años en Australia, igual acabó preguntándose, ya que no varón ni hembra, si sería un canguro, mas despejaría pronto la duda al constatar la ausencia de bolsa marsupial en su bajo vientre. Fue entonces examinada (¿examinade?) por varios médicos, al parecer todos ellos lectores de Simone de Beauvoir, y ninguno pudo determinar el sexo de Norrie. Así que se ha modificado su partida de nacimiento para definir a Norrie como “neutro”, o sea, que habrá que rescatar la desinencia latina en -um para nombrarlo.
“Los conceptos de hombre o mujer no se ajustan a mí. La solución más sencilla es no tener ningún tipo de identidad sexual”, asegura Norrie, cuyo nombre se parece mucho al apellido del gran Chuck Norris. Si Chuck Norris es el único hombre capaz de quemar una hormiga con una lupa... de noche, ¿por qué Norrie no podría ser unum? Y como temo que me llamen tránsfobo, que es el palabro para designar el último tipo penal instituido por la Inquisición de progreso -fecunda en neologismos-, me encojo de hombros y recurro al viejo dicho popular: “Tiene nombres mil, / tiene nombres mil, / ¡el miembro viril!”.
(Publicado en Época)
La última usanza del progresismo es el animalismo, qué le vamos a hacer. Animalismo no alude al estado mental de ciertos políticos, sino a la paradójica defensa de los derechos humanos de los animales. Las gentes de progreso, que se han quemado las pestañas leyendo a Darwin y a Lao-Tsé, enseñan que un hombre no es más que un perro, sino probablemente menos, y ya no digamos que un toro.
Fue la antropóloga Aído quien asentó un postulado axial de la doctrina animalista, según el cual un feto está vivo pero no empieza a ser humano hasta más allá de las catorce semanas. Así pues, ¡cuánto más no valdrá un toro que un niño para la gente de progreso! Esperanza Aguirre, sin embargo, que no se preocupa nada del progreso al decir de los progresistas, ha declarado la fiesta Bien de Interés Cultural en Madrid. No hace ninguna falta decir que el toreo es un bien cultural para que lo lleve siendo desde los fenicios o los minoicos o por ahí, pero aplaudimos el gesto por lo que tiene de peineta zumbona al Parlamento catalán, ese conspicuo areópago de culos monolingües. Por lo mismo que a uno le ha divertido la decisión de Aguirre le ha molestado al ciberchequista Izquierdo, de El País, y a otros boticarios intelectuales que nos administran la posología del patriotismo justo, sin mezcla de fachismo adulterador.
Lo que molesta de Aguirre, en el fondo, es que tome decisiones, porque eso de tomar decisiones es hoy una cosa que está muy mal vista en la política española. Antes la izquierda promovía la revolución, pero ahora que gobierna España fomenta un letargo volitivo como de estanque helado, sobre cuya superficie patina distraída Elena Salgado mientras a sus pies van sumergiéndose los gélidos parados como Di Caprio en Titanic. Esto debe de ser cosa del zen, seguramente, que es la filosofía de cabecera de Zapatero en caso de que en la cabecera le quepa algo más que Público, que ha pasado de órgano de comunicación del partido a serlo del Estado, directamente.
(La Gaceta)