Bela Lugosi
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El Ayuntamiento de Madrid no retirará la pancarta “Welcome Refugees” por falta de “refugees”: la City de Londres que iba a huir del Brexit no acaba de venir, pero la capital espera ya con alegría la llegada de los primeros exiliados norteamericanos que prometieron huir de Trump, encabezados por Robert de Niro, que por abuso del método Stanislavski se ve como la reencarnación de Jack La Motta igual que Bela Lugosi se veía como la de Drácula.
Hay gente que enloquece con la lectura de los periódicos como enloqueció don Quijote con la de los libros, y la cosa ahora es saber si los socialdemócratas “suaviter” de los Clinton sobrellevarán el mandato de Trump con la misma resignación democrática que los “palurdos blancos” de la América profunda sobrellevaron el mandato de Obama.
España, donde cualquier tertuliano se cree más interesante que Trump, no será ningún problema: nuestro proverbial oportunismo, “postfactual” y cobista, resulta cómico, pero obra milagros, y hasta la Iglesia, que en León rechaza la caridad de unos jóvenes taurinos como en Washington apuesta por la candidata del aborto a los nueve meses, sabrá adaptarse. La decencia intelectual no nos cohíbe, pues para eso prescindimos, por consenso, de ella.
Ha sido conmovedor el viaje electoral de nuestros Peregrinos del Consenso (“¡Pastor! ¡Pastor!”, gritaba de madrugada en la TV un marido más quemado, esa noche sí, que la cafetera de “El virginiano”). Eran el remedo español de los peregrinos del “Mayflower” en busca de “la felicidad”, concepto con que Tom Paine conquistó el oído y el alma de Jefferson, que, por cierto, ¡menuda alma! Pero el consenso, palabrón oligárquico por definición, es concepto de origen católico, ajeno, por tanto, a la hegemonía anglosajona, y de imposible acomodo en la gran democracia americana, cuyo patriotismo, con Trump o con Obama, nos conmueve. Copiémoslo: sistema representativo y separación de poderes. Tira tu Rousseau y toma tu Mostesquieu.