Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el Sábado de Puente hubo dos investidos: Rajoy, que renueva el pupilaje de La Moncloa, y Madina, la gala de Madina, la flor de Alfredo, heredero de Snchz sólo por un gesto como el de Laszlo en el bar de Rick en “Casablanca” poniéndose a cantar la Marsellesa setentayochista contra la tropilla nazi, que el capitán Renault ya mandaría a detener a los sospechosos habituales.
Toda la herencia de Snchz es… Antonio Hernando, que en este cuento hace las veces de Ingrid Bergman: ama a Snchz, pero se debe a Madina.
–La última vez que me dijiste te amo los alemanes invadieron París.
La última vez que Hernando dijo te amo a Snchz los barones invadieron Ferraz, y Hernando tuvo que ir al Congreso a leer un folio sobre el patriotismo y el deber, mientras jugaba con el artículo 67.2 de la Constitución, que prohíbe el mandato imperativo, como Chaplin con el globo terráqueo. Pero en la tribuna dijo dos cosas maravillosas (divinamente anticipadas por Freud en su “Psicopatología de la vida cotidiana”): el deber es un don de gentes, vino a decir (de hecho, ahí está la deuda española: histórica), y por deber este partido, el suyo, primero renunció al marxismo y luego acometió la reconversión industrial. Sin lucha de clases, ¿para qué iba a querer los obreros? Los obreros se los quita Rufián, que seguramente los conozca de despedirlos en su anterior reencarnación laboral en una ETT, y Madina se enfurruña, y para hacer patente su enfurruñamiento se pone a aparcar aviones con los brazos en su escaño.
La conciencia de clase (CC) es la falla de todo el sistema izquierdista. Marx predijo que por CC los obreros no irían a la guerra, pero fueron todos, y entonces Lenin rompió la CC como Groucho las cláusulas de su contrato de ópera e inventó el comunismo, que acepta de todo: en España, por falta de obreros, que estaban con Franco, aceptó desde separatismo hasta feminismo pasando por los bizarros concejales de Madrid… puestos por Hernando y Madina.