Hughes
Abc
Pablo Iglesias ha dicho hoy en la SER una cosa interesante al respecto de su propósito de feminizar la política y España en general: “De nada sirve poner como portavoces a mujeres si éstas no están feminizadas”.
Es decir, que una cosa es la mujer y otra es la mujer “feminizada”. Es una profundización, una distinción cualitativa.
Esto es como cuando a Aznar le preguntaron por los rasgos que prefería en una mujer y respondió que le gustaba la “mujer mujer”. Una mujer más mujer que las demás.
Iglesias ya tiene, por tanto, su mujer mujer. Esto es algo que los hombres vivimos con normalidad. Un hombre hombre, o un muy hombre, sabemos lo que es.
El mujer mujer de Iglesias está unido al verbo cuidar. A lo asistencial. “Feminizar la política es construir comunidad en los centros de estudio, en los centros sanitarios… Eso que tradicionalmente conocemos porque hemos tenido madres, que significa cuidar”.
Así que feminizar es cuidar. Mujer es la que cuida.
Yo no entiendo mucho, pero me esperaba un feminismo un poco más moderno. Esto a mí me lo decía mi abuela.
Podía haber optado, por ejemplo, por esa idea de la mujer que explica la canción del gran Fernando Alfaro y Joe Crepúsculo, “Sé una mujer”: “Sé una mujer, pórtate como una mujer, por mucho que duela, aguanta el dolor. Es sólo una prueba, ten más valor”. Ese homenaje paródico a algo que podríamos llamar la “resiliencia” femenina.
En fin, que es algo discutible que lo femenino sea sólo cuidar.
Es más, nunca supimos qué era exactamente el ser “mujer mujer” aznarí, pero puede que fuera, ademas de la femineidad en las formas, una cierta independencia, la autonomía. La mujer entaconada, poderosa, pero respetuosa de un canon físico. Sin embargo, el “mujer mujer” de Iglesias, es lo asistencial: una forma de encadenamiento, de abnegada dedicación, de entrega. La mujer como persona vinculada. No esa mujer libre que vemos desaparecer. La que se queda, la que hace comunidad. La mujer-enfermera. ¡La mujer que nos lleva el colacao calentito a la cama! La tía, madre, hija…
Al final, somos unos antiguos sin remedio.
La mujer “asistencial” de Iglesias al final no está tan lejos de la mujer como cuidadora del franquismo. La Sección Femenina proyectaba unos valores de espiritualidad y entrega determinados. Azul y rosa. Al final, el franquismo tenía, también, su feminismo. Pilar Primo de Rivera no dejaba de ser una feminista. El problema de Iglesias quizás sea su constante perspectiva de género. Su feminismo no es crítico y libertario, sino (pasándose de la rosca) una categoría política.
Es innegable que habla de lo “femenino”, de la mujer, de la Matria y que asigna valores en función del género.
No lo entenderíamos si fuera al revés. Si nos hablara de lo masculino, de la masculinización, de la necesaria virilidad, de lo patriótico.
Pero en realidad, Iglesias está hablando así todo el tiempo. Divide a la población en función del sexo y normativiza inevitablemente lo que significa ser hombre o mujer. Y sus proyecciones: lo masculino y lo femenino.
¡Qué antiguo!