Antonio Machín
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Aunque parezca mentira mirando los medios progres, el caso es que, según las últimas estadísticas, la demencia ha bajado en América, noticia que la casualidad nos ha traído con la de la victoria de Trump, que vendría a constituir el principal legado de Obama.
Obama ha sido otro Carter, el Carter negro de Machín, que en la única democracia del mundo lega a la Oposición un Senado, un Congreso y una Presidencia, mientras los progres del Gotha (el penúltimo, Richard Ford) lloran en los periódicos por la leche derramada, no por Obama, sino por los paletos que no votan como ellos.
–Hombre, también ha dejado buenos discursos.
Quienes tenemos leído a Rousseau, por ser, al parecer, el patrón de nuestra Santa Transición, sabemos que la depravación de las costumbres y del gobierno de los atenienses fue obra de los oradores, y no se nos olvida el discurso de Obama en El Cairo, que hablaba del Califato de Córdoba como Meritxell del Muro de Berlín.
Obama es, por complejo americano de inferioridad, un supremacista de la hoy inexistente cultura europea (él, el Presidente Mejor Preparado de la Historia, ofreció excusas a los vieneses por no hablar el idioma austríaco) que nos deja una Primavera Árabe con el Isis, un Otoño Alemán con frau Merkel, un Invierno Ruso o Guerra Fría con Putin y un Verano Ardiente con los Castro (Fidel, Raúl y Álex el Tuerto, con la bendición papal de Bergoglio), todo lo cual sería una broma si no fuera por el gallinero mediático que también nos lega: millones de espídicos gansos capitolinos graznando por todas las antenas de prensa, radio y TV contra quienes ponen en peligro una socialdemocracia de cuya invivible dictadura se puede decir lo que Voltaire del igualitarismo rusoniano:
–Nunca se ha empleado tanta inteligencia en conseguir volvernos bestias.
Pero luego la culpa es de los paletos, que saben, como Folledo, que “lo único importante en esta p… vida es saber dónde está el hormiguero para meterla”. La papeleta.
Luis Folledo