Lina Tono
En esa época, había incluso niñas que se metían los cucarrones entre los calzones. Cuando llegaban los meses de lluvia, y se empapaban los enormes pastizales de mi colegio, al norte de Bogotá, se veía brotar del suelo una nube marrón que flotaba desigual sobre el suelo verde y frío. Era una atmósfera de bichos, cucarrones pequeños, como hechos de caramelo oscuro, que zumbaban, aleteaban y revoloteaban ansiosos cortando el aire con sus alas acuchilladas.
Las niñas que no les tenían miedo salían de los salones corriendo hacia los potreros de césped mojado por los chubascos de abril, o de octubre, y se metían entre la nube de cucarrones con un gesto depredador, como de tiburón que baila entre un cardumen de peces. Algunas llevaban tarros de vidrio que sacaban del laboratorio de biología y jugaban a llenarlos con cucarrones. Lanzaban manotazos entre la nube marrón, como agarrando billetes de cien dólares en el aire en un programa de concurso, y al final siempre ganaba la que tuviera más caramelitos alados adentro del tarro, o la que hubiera metido más bichos entre las enaguas de las niñas más asquientas.
Yo era de las que sentían pavor. Alguna vez me atreví a agarrar un cucarrón con la mano y hasta ahí me llegó la aventura. El roce casi eléctrico de las alas en movimiento haciéndome cosquillas en la palma de la mano me dio tanta impresión que siempre preferí quedarme dentro del salón en los recreos y ver desde lejos cómo las niñas menos nerviosas eran capaces de meterse tan de cerca con ellos. Alguna vez una de esas coleccionistas sacó un bicho de su tarro y me lo metió por entre la blusa y yo tuve que brincar como una pelotica de goma para hacerlo salir de mi espalda.
Esos cucarrones que a veces terminaban volando por todo el salón y hasta en la cabeza de alguna profesora, pertenecen al orden Coleóptera, nombre que traduce "alas de estuche". Según el profesor Emilio Realpe, mágister en biología y docente asociado de la Universidad de Los Andes, este es el orden de insectos más grande del planeta, con casi 400.000 especies.
Dentro de los coleópteros, estos escarabajos pertenecen a la familia Melolonthidae, compuesta a su vez por varios géneros. El grupo es conocido comúnmente entre quienes trabajan controlando plagas como "el complejo chisa" y está conformado por especies como el Ancognatha, el Clavipalpus, el Cyclocephala y el Phyllophaga, entre otras. Esto quiere decir que los cucarrones que volaban sobre el césped de mi colegio pertenecían a géneros distintos y tenían diferencias físicas entre ellos. Eso, aunque todos a juzgar por el alcance de mis ojos se vieran iguales.
Juan Camilo, un buen amigo y colega, me contó que en su infancia también había cucarrones en un gran parque cercano a la casa de sus padres, en Bogotá. Él recuerda muy bien cómo, a los 10 años, usaba los cucarrones para acercarse una forma muy particular a las niñas del barrio que le gustaban: los agarraba y se los lanzaba a la cara. De hecho, David, Juan Felipe y Santiago, otros amigos cercanos, curiosamente guardan el mismo recuerdo que Juan Camilo: todos en algún momento de su infancia en el que no sabían decir "me gustas" lanzaron cucarrones a sus posibles levantes.
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