viernes, 13 de abril de 2012

Cristiano Ronaldo

Jorge Bustos

El periodismo automático discutirá si es Cristiano el mejor futbolista del mundo sirviéndose de hojas de Excel, indexaciones de datos y letanías estadísticas, como si eso no fuera otra cosa que subordinaciones cegatas al sistema métrico decimal. Cierto: sobre los números redondos también se cierne la hegemonía del primus inter pares, el de los 40 goles en 32 partidos de Liga. Pero quienes se ciñen a su par de ojos y a sus conexiones nerviosas y cordiales ven el asunto de otra manera, la manera como surgen las metáforas y los pies métricos, gratos a los dioses.

Cristiano se fue al fondo enemigo y se señaló el muslamen. Es el triunfo de la musculación y una llamada de atención hacia la riqueza fibrilar, la grandeza muscular, la conmovedora elocuencia muscular de ese portento, que es lo más grande que tiene el Madrid desde Puskas y Di Stéfano —declama Hughes, que observó en el tiro de falta del primer gol “más extraños que en la mirada de Colombo”.

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