Jorge Bustos
En realidad yo al hospital San José de Madrid iba ayer a ver
animalistas luchando por los derechos humanos de los animales, pero lo
único que encontré fue un enjambre de reporteros y paparazzi agolpándose
en la acera y mirando hacia arriba con anhelo de fan. A lo mejor
esperaban que el Rey se asomaría de un momento a otro para hacer una
gracia como la del tarado de Michael Jackson con aquel hijo suyo.
La mole clínica del San José se emplaza en el barrio popular de Prosperidad –la Prospe para
los vecinos–, encajado a capón entre las estrecheces de la calle
Cartagena, y este casticismo geográfico casa bien con la nota de
campechanía que siempre se señala de Su Majestad y que de repetirla tan
bobaliconamente ha acabado por desconcertar al personal cuando luego
este se entera de que, cielos, un Monarca se va de safari. El trasiego
de camarógrafos molesta a las señoras que vuelven con la cesta del pan.
Como no son tontas, al calibrar semejante huerto de alcachofas se acaban
maliciando que allí se prepara una noticia. También pasan señores con
boina a cuadros, gafas ahumadas y vanos entre los dientes.
—Disculpa, majo —me toca en el hombro un jubileta sonriente—. ¿Estáis aquí porque el Rey va a salir o algo?
—No, pero nos han dicho que la Reina llega aquí a la una y cuarto. Y
disculpe usted la encuesta: ¿viene aquí para apoyar o para criticar a la
Monarquía?
—Pa lo que sea —concluye después de meditar un segundo—. No sabe uno qué pensar...
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