Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Quería hablar del gol más importante de la historia de la Liga, el gol 108, un gol de récord, anotado por Khedira (“polvo, sudor y hierro”) en el Camp Nou, gol de melé de futbolistas a lo “Deadwood”, hechos a puñetazos, dos catalanes, un portugués y un alemán, que es el que gana, renovando así el mito prusiano que arranca en Atapuerca, que, después de todo, es mi pueblo.
Yo de Florentino Pérez encargaría a Víctor Ochoa, que es nuestro Felix de Weldon, un memorial para la esquina del Bernabéu como el de la melé de Iwo Jima en Washington, con Pepe y Khedira plantando sus reales sobre Valdés y Puyol, y por corona del mundo, un balón, como en el poema de Pemán, que inventó lo de “esférico”, empleado como cultismo, vía Matías Prats, por nuestros radiofonistas de culto.
Iba uno a hablar de un gol y la economía española entra en recesión, así que marcho a Sevilla a ver los toros, como cuando lo de Cuba. Lo de la España frívola yéndose a los toros la tarde del desastre de la Escuadra es mentira (fue a la salida de los toros cuando la gente se enteró, y al día siguiente la plaza estuvo vacía), pero no es cosa de torcer el discurso, y menos cuando a nadie importa la verdad.
Mano a mano de Mora y Fandiño con victorinos en Sevilla, para los nostálgicos de la tauromaquia o arte de lidiar con un toro, pata “alante”, “arribabajo” y “fueradentro”, que tampoco es más (ni menos), tauromaquia del Ministerio del Interior, lejos del Arte y la Cultura del G-10, que es ese gay-trinar de los toreros conjurados para no volverse a poner delante de un toro.