ALBERTO SALCEDO RAMOS
No sabe con qué pie se levanta por las mañanas. No se acuerda de mirar si con el izquierdo o con el derecho y si se acuerda, entonces ya es consciente y no vale. Aunque tal vez se levante todos los días con el derecho y eso se confabule con lo demás. Con la prosa, por ejemplo. Con las crónicas.
No sabe manejar bicicleta. Tampoco le gusta madrugar. De pequeño le pedía a Dios que nunca le fuera a gustar. Y hasta ahora, no le ha gustado.
Los apellidos deben ir completos, para incluir a su mamá: Alberto Salcedo Ramos. Escribe en tercera persona, casi siempre. A veces se incluye en el relato ("eso es otra cosa"), y es curioso, como los gatos.
No sabe manejar bicicleta. Tampoco le gusta madrugar. De pequeño le pedía a Dios que nunca le fuera a gustar. Y hasta ahora, no le ha gustado.
Los apellidos deben ir completos, para incluir a su mamá: Alberto Salcedo Ramos. Escribe en tercera persona, casi siempre. A veces se incluye en el relato ("eso es otra cosa"), y es curioso, como los gatos.
Uno lo ve muy activo en Twitter y en Facebook. ¿No lo distraen mucho?
Sí, así es. Creo que enviciarse en esas redes es peligroso para alguien que quiere escribir. Sinceramente. Uno se miente hablando de la interlocución con los lectores, de la retroalimentación sobre el trabajo que hace, de lo bueno que resultan esas herramientas para la divulgación, pero la gran verdad es que las redes sociales nos golpean la disciplina y a veces sacan lo peor de nosotros: la vanidad, la fatuidad. Eso sí: no conozco al primer adicto a las redes sociales que lo reconozca frontalmente. Esta gente es peor que ciertos adictos a los cigarrillos, que se fuman dos cajetillas diarias y se definen como 'fumadores sociales'. En las redes sociales uno encuentra recomendaciones, pistas, voces inteligentes, pero creo que habría que crear un colectivo como el de alcohólicos anónimos para ver cómo empezamos a desintoxicarnos y a brindarle más tiempo a nuestro oficio.
Mónica Quintero Restrepo
El Colombiano