A la bondad por el tikitaka, pero el tikitaka (quién, si no Montes,
melómano negro, pudo ponerle el nombre al tikitaka) no era moral, ni
concepto, ni utilitarismo, ni geometría, el tiquitaca era un soniquete,
una musiquilla
Hughes
-No tengáis miedo.
Así, con palabras de Papa, dejaba Pep Can Barça. Huérfanos, le miraban el Presi y Andoni, con su sonrisa de invidente, y también algunos de sus pupilos, qué digo pupilos, sus discípulos: la mandíbula de Puyol, el belfo de Xavi, las sienes de Iniesta, el ceño de Cesc. Los Barçatoons.
Decía Ramón Besa, que estas cosas las dice mejor que nadie, que “el Barça de Guardiola es ahora mismo el equipo romántico por excelencia en el fútbol y, como tal, es más propenso al suicidio que a batirse contra el enemigo”. Y yo creo que esto resume perfectamente lo que ha sido Pep, que no ha creado un equipo de fútbol, sino un Werther.
En esta crisis, la gente no saltará de los grandes edificios financieros de Wall Street, sino del Nou Camp. Habrá suicidas del fútbol, como hubo en Maracaná, que quedan mitificados y como poco contrastados, y Besa, que es el Hölderlin culé, cualquier día se volverá majara y ya no sabremos si es Besa o García Calvo.
Hay algo anfetamínico y delicioso en todo esto.
Pep, al despedirse, se ha desnudado un poco y ha desvelado que "Keita y Abidal eran sus barómetros morales y éticos". Abidal es un hombre que fue a visitar a un niño enfermo de cáncer y tanto se emocionó que se quitó el rólex y se lo regaló al niño, para asombro del padre, que se quedaba con su niño, el tumor y un reloj de oro.
Era todo un disparate de bondad. Como los amigos de Zoolander en la gasolinera, pero en una orgía de virtud. El único vestuario en que cabe imaginar al utillero con cilicios.
¿Qué vería Pep en Abidal y Keita? La depuración del dolor en Abidal, la superioridad del enfermo, y en Keita quizás la eticidad africana y su humildad esencial.
No lo sabíamos, pero no eran los vástagos de La Masía, eran ellos las baterías morales del Barça. Los canteranos eran su crew socrática, su gang conceptual, su diálogo permamente (el fútbol como un diálogo, no como una dialéctica, como una dialogación sostenida, con un miedo infantil al silencio. Así Xavi, en cuyo ritmo hay un bajo sostenido, así en las paredes, en las que hay un encabalgamiento). Pep acababa sus frases más personales con una pequeña negación, que yo no entendía, hasta que comprendí que ahí había un ritmo, una especie de Groove que el nada negrata Pep estaba sintiendo. Ray Charles hacía el mismo gesto, el funky tiene el mismo gesto. Pep -es lo que yo creo- no era la ética, y ahí se equivocó, Pep era la música. Dentro de Pep había un negro y en ese negro no sólo estaba el tam tam primero, ¡estaba también la humildad esencial!
A la bondad por el tikitaka, pero el tikitaka (quién, si no Montes, melómano negro, pudo ponerle el nombre al tikitaka) no era moral, ni concepto, ni utilitarismo, ni geometría, el tiquitaca era un soniquete, una musiquilla.
¡Pep era músico! ¡Y la Masía un romanticismo musical, un ansia de espíritu dándole música al deporte!
Pep ha sido el deportista más musical de la historia. Pep ha sido un maniático de la música, un instructor riguroso y vienés de niños cantores, ¡y su equipo un coro! ¡pero no el coro de la Abadía de Montserrat, no! ¡Cualquier coro!
¿No fue Pep un director de orquesta ya de futbolista? ¿No ha sido siempre Pep un hombre con batuta ¿No son todos en la Masía pequeños Luis Cobos?
Caer en la mano de los Besas, en su propia doctrina del petit país ha impedido el perfecto entendimiento de lo que es Pep, que es música.
Pep es el ritmo como negación de la muerte, y eso era Pep cuando salía de su silencio (¡jo vinc d’un silenci!) con su musitación que en los momentos de mayor énfasis rompía en desgarros dramáticos que malinterpretamos.
Pep es la sensibilidad de la reiteración, el único hombre de nuestra vida pública que se permitía el énfasis de la reiteración al hablar.
Y su fútbol era una repetición, un minimalismo.
“Hay que ser modernos, hay que ser intensos”, dijo alguien, y eso ha sido Pep. Cool e intenso como un especial de la Rock de Lux.
Cabe añadir que el Barça con él lo ganó todo y ya de antes era campeón moral. Luego añadió el triplete de la humildad y ahora Zubi nos acaba de desvelar que ha conseguido el trébol: la derrota ante el Chelsea fue, en realidad, el triunfo del orgullo, la copa del orgullo.
Belleza, ética, humildad, orgullo. Es lo que te llevas de un banco cuando sales de allí sin un puto duro. Te inflan a valores. La vida moderna es una inflación de valores, que es el marketing sentimental. Pep es ese tono suave, confidencial, intimista y corporativo de los anuncios de las grandes empresas.
Quizás se les haya ido la mano a los amigos culés, se no esté yendo la mano a todos, pero pese a todo voy a echar de menos a Pep. Su intolerable palmarés es una inspiración, su estilo de juego me gusta, pese al abuso maníaco, y su vanidad es la mía y yo he de confesar que ante el espejo ensayo ruedas de prensa imaginarias como las que Pep, de míster, ha podido dar.
Yo también gano mi tercera Copa de Europa y ante el espejo me acuerdo del rival, del recogepelotas y del último parado.
Yo también cambiaría a Tello para abrir el campo y ser fiel a mi estilo ganando 5-0 al Racing de Bollullos.
Pero abriendo el campo con extremitos, Pep nos ha ampliado las ideas, que en España ya no van más allá del fútbol.
Si no fuera por Pep en España todos iríamos por el carril del centro, dependiendo de que un Özil tuviera el día.
Pep ha sido el sistematizador, el aclarador de ideas de lo popular en España. La Institución Libre de Enseñanza, devolviendo el fútbol español a su inicio extranjerizante y antipopular.
Pep ha sido el más grande deportista en travestir su competitividad. El ansia de un boxeador demente disfrazada de filantropía cantautora.
Le sustituirá Tito Vilanova, al que Mou bautizó Pito. Vilanova es el dueño de la pupila que se interpuso entre Mourinho y la luna y el Barcelona se reproduce por gemación. Pep futbolista dio lugar a una sucesión de réplicas que desembocan en Cesc y ahora pretenden lo mismo con la figura del entrenador. De Pep a Tito, y habrá un Quimet. Diminutivos, familiaridad absoluta.
Alguien lo dijo en Twitter:
-Se va Pep, ¿pero se lleva Cataluña consigo?
Es tan esencial, Pep, que parece que se lleva la semilla.
Se va casi sin derrota y ya es mito, que para el terreno, tampoco es mala cosa para ser.
Ha construido algo musical, y algo que admitía el consuelo de poder hablar. Gracias, Pep.
Así, con palabras de Papa, dejaba Pep Can Barça. Huérfanos, le miraban el Presi y Andoni, con su sonrisa de invidente, y también algunos de sus pupilos, qué digo pupilos, sus discípulos: la mandíbula de Puyol, el belfo de Xavi, las sienes de Iniesta, el ceño de Cesc. Los Barçatoons.
Decía Ramón Besa, que estas cosas las dice mejor que nadie, que “el Barça de Guardiola es ahora mismo el equipo romántico por excelencia en el fútbol y, como tal, es más propenso al suicidio que a batirse contra el enemigo”. Y yo creo que esto resume perfectamente lo que ha sido Pep, que no ha creado un equipo de fútbol, sino un Werther.
En esta crisis, la gente no saltará de los grandes edificios financieros de Wall Street, sino del Nou Camp. Habrá suicidas del fútbol, como hubo en Maracaná, que quedan mitificados y como poco contrastados, y Besa, que es el Hölderlin culé, cualquier día se volverá majara y ya no sabremos si es Besa o García Calvo.
Hay algo anfetamínico y delicioso en todo esto.
Pep, al despedirse, se ha desnudado un poco y ha desvelado que "Keita y Abidal eran sus barómetros morales y éticos". Abidal es un hombre que fue a visitar a un niño enfermo de cáncer y tanto se emocionó que se quitó el rólex y se lo regaló al niño, para asombro del padre, que se quedaba con su niño, el tumor y un reloj de oro.
Era todo un disparate de bondad. Como los amigos de Zoolander en la gasolinera, pero en una orgía de virtud. El único vestuario en que cabe imaginar al utillero con cilicios.
¿Qué vería Pep en Abidal y Keita? La depuración del dolor en Abidal, la superioridad del enfermo, y en Keita quizás la eticidad africana y su humildad esencial.
No lo sabíamos, pero no eran los vástagos de La Masía, eran ellos las baterías morales del Barça. Los canteranos eran su crew socrática, su gang conceptual, su diálogo permamente (el fútbol como un diálogo, no como una dialéctica, como una dialogación sostenida, con un miedo infantil al silencio. Así Xavi, en cuyo ritmo hay un bajo sostenido, así en las paredes, en las que hay un encabalgamiento). Pep acababa sus frases más personales con una pequeña negación, que yo no entendía, hasta que comprendí que ahí había un ritmo, una especie de Groove que el nada negrata Pep estaba sintiendo. Ray Charles hacía el mismo gesto, el funky tiene el mismo gesto. Pep -es lo que yo creo- no era la ética, y ahí se equivocó, Pep era la música. Dentro de Pep había un negro y en ese negro no sólo estaba el tam tam primero, ¡estaba también la humildad esencial!
A la bondad por el tikitaka, pero el tikitaka (quién, si no Montes, melómano negro, pudo ponerle el nombre al tikitaka) no era moral, ni concepto, ni utilitarismo, ni geometría, el tiquitaca era un soniquete, una musiquilla.
¡Pep era músico! ¡Y la Masía un romanticismo musical, un ansia de espíritu dándole música al deporte!
Pep ha sido el deportista más musical de la historia. Pep ha sido un maniático de la música, un instructor riguroso y vienés de niños cantores, ¡y su equipo un coro! ¡pero no el coro de la Abadía de Montserrat, no! ¡Cualquier coro!
¿No fue Pep un director de orquesta ya de futbolista? ¿No ha sido siempre Pep un hombre con batuta ¿No son todos en la Masía pequeños Luis Cobos?
Caer en la mano de los Besas, en su propia doctrina del petit país ha impedido el perfecto entendimiento de lo que es Pep, que es música.
Pep es el ritmo como negación de la muerte, y eso era Pep cuando salía de su silencio (¡jo vinc d’un silenci!) con su musitación que en los momentos de mayor énfasis rompía en desgarros dramáticos que malinterpretamos.
Pep es la sensibilidad de la reiteración, el único hombre de nuestra vida pública que se permitía el énfasis de la reiteración al hablar.
Y su fútbol era una repetición, un minimalismo.
“Hay que ser modernos, hay que ser intensos”, dijo alguien, y eso ha sido Pep. Cool e intenso como un especial de la Rock de Lux.
Cabe añadir que el Barça con él lo ganó todo y ya de antes era campeón moral. Luego añadió el triplete de la humildad y ahora Zubi nos acaba de desvelar que ha conseguido el trébol: la derrota ante el Chelsea fue, en realidad, el triunfo del orgullo, la copa del orgullo.
Belleza, ética, humildad, orgullo. Es lo que te llevas de un banco cuando sales de allí sin un puto duro. Te inflan a valores. La vida moderna es una inflación de valores, que es el marketing sentimental. Pep es ese tono suave, confidencial, intimista y corporativo de los anuncios de las grandes empresas.
Quizás se les haya ido la mano a los amigos culés, se no esté yendo la mano a todos, pero pese a todo voy a echar de menos a Pep. Su intolerable palmarés es una inspiración, su estilo de juego me gusta, pese al abuso maníaco, y su vanidad es la mía y yo he de confesar que ante el espejo ensayo ruedas de prensa imaginarias como las que Pep, de míster, ha podido dar.
Yo también gano mi tercera Copa de Europa y ante el espejo me acuerdo del rival, del recogepelotas y del último parado.
Yo también cambiaría a Tello para abrir el campo y ser fiel a mi estilo ganando 5-0 al Racing de Bollullos.
Pero abriendo el campo con extremitos, Pep nos ha ampliado las ideas, que en España ya no van más allá del fútbol.
Si no fuera por Pep en España todos iríamos por el carril del centro, dependiendo de que un Özil tuviera el día.
Pep ha sido el sistematizador, el aclarador de ideas de lo popular en España. La Institución Libre de Enseñanza, devolviendo el fútbol español a su inicio extranjerizante y antipopular.
Pep ha sido el más grande deportista en travestir su competitividad. El ansia de un boxeador demente disfrazada de filantropía cantautora.
Le sustituirá Tito Vilanova, al que Mou bautizó Pito. Vilanova es el dueño de la pupila que se interpuso entre Mourinho y la luna y el Barcelona se reproduce por gemación. Pep futbolista dio lugar a una sucesión de réplicas que desembocan en Cesc y ahora pretenden lo mismo con la figura del entrenador. De Pep a Tito, y habrá un Quimet. Diminutivos, familiaridad absoluta.
Alguien lo dijo en Twitter:
-Se va Pep, ¿pero se lleva Cataluña consigo?
Es tan esencial, Pep, que parece que se lleva la semilla.
Se va casi sin derrota y ya es mito, que para el terreno, tampoco es mala cosa para ser.
Ha construido algo musical, y algo que admitía el consuelo de poder hablar. Gracias, Pep.
Le sustituirá Tito Vilanova, al que Mou bautizó Pito. Vilanova es el dueño de la pupila que se interpuso entre Mourinho y la luna y el Barcelona se reproduce por gemación