viernes, 27 de abril de 2012

El cornudo "pagafantas"

Los otros Duran


Hughes

Ayer se discutían los Presupuestos y, oyendo a los nacionalistas, ya sabemos que estos presupuestos del pobreterismo y las habas contadas son, también, centralistas. Habría alguien ilusionado en que, tocando a menos y habiendo menos a repartir, la discusión fuera menor, pero no. La pobreza también es centralista.
 Montoro estuvo bien al vincular el argumentario nacionalista, la herida fiscal de siempre, con el proteccionismo. Ayer fue el proteccionismo y hoy es el misticismo fiscal.

Duran, al que le toca a veces el papel de cansalmas, volvió ayer a erigirse en ciudadano catalán promedio y dijo estar harto de “ser cornudo y pagar la bebida”. El político nacionalista es un médium por el que hablan las multitudes. El político nacionalista es como una caracola por la que habla el paisaje, como la fronda de un pino cuando sopla el viento. El político nacionalista es una expresión geológica, como el queso de un valle escondido. El político nacionalista es un simpático viajante que un día al año llega a cobrar la factura y se nos pone muy serio.

Se conocía lo de ser puta y pagar la cama y también lo de ser cornudo y apaleado, pero esta expresión intermedia es la que ha escogido Duran i Lleida para retratar la situación del catalán, y es ciertamente reveladora porque exhibe dos agravios: el agravio del pagador –el nacionalista es una Merkel eterna y masoca que financia siempre el mismo déficit madrileño– y otro agravio anterior, sentimental, horrible de padecer.
A Marx le gustaba Balzac porque había conseguido llevar el dinero a la literatura, que hasta entonces era cosa de amores, ambiciones, egotismos y pasiones. Al materialista le parecía encantador leer la novela del dinero, y Duran es como Balzac, pero al revés, y lleva al dinero al debate mondo y lirondo de las partidas presupuestarias, un drama sentimental impropio y novelero: los cuernos.
Ni siquiera se dijo burlado o engañado, sino que reclamó para sí todo el patetismo del cornudo y le faltó sacar los dedos, así como dando pena. De todas las expresiones que ha ido tomando el nacionalismo catalán, ésta es extraordinaria, porque asume toda la condición dramática, victimista, de dignidad herida del cornudo, que no cabe mayor compasión, pero a su vez introduce la secreta hilaridad que nos provoca y el poco de culpa que siempre tiene el engañado. Sin duda, es un papel poco agradecido el que decide representar Duran.

Hay naciones que dan emperadores, fanfarrones heroicos, neuróticos sanguinarios, seductores con alzas... pero dar cornudos no lo conocíamos. Es la versión de españolada salaz que podía darnos Duran, con su punto irremediable de Sazatornil, humanizando el nacionalismo catalán que con Pujol era todo expolio, perfume santurrón de Montserrat y gobernabilidad, con una tierna versión de cornudo y pagafantas. Irse a Madrid a hacer el cornudo… ¿acaso 200 millones en una disposición adicional le harán olvidar su drama al engañado, mirar a otro lado? ¿Qué separará al cornudo de ser un mero consentidor?