Qatar en el corazón
Manuel Jabois
Para ver una conmoción parecida a la marcha de Pep Guardiola del
Barcelona hay que remontarse a once años atrás, cuando Pep Guardiola se
marchó del Barcelona. Fue tal el luto, entre páginas, entrevistas y
homenajes, que el pobre Pep, que sólo tenía 30 años y aspiraba a jugar
en la Juve, tuvo que conformarse con el Brescia. Ya entonces se le rodeó
de mística, pues la piedra fundacional sobre la que Cruyff erigió su
Iglesia había sido recogepelotas en el Camp Nou en años oscuros: de
treinta tiros a puerta iban fuera veintinueve. Probablemente fue en
aquel tiempo, corriendo de un lado a otro como Oliver Twist, cuando Pep
formó su ideal de jugador: cortita y al pie, tratando de llegar a
portería entre rondos amables para que los niños del Estadi no sufran lo
que sufrió él cuando gobernó el equipo Venables.
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