-Para no hablar de los españoles, hablemos de los franceses, que es menos
doloroso, pero dejadme deciros al menos que tengo la impresión de que
debiéramos pedirnos perdón a nosotros mismos. De nuevo he comprobado que
no nos importaría hundirnos siempre que tuviéramos oportunidad de
ridiculizar al capitán por lo mal que lo ha hecho.