Bruto
(Demasiado tarde para César)
Pedro Ampudia
Como Manuel Jabois, siendo adolescente y aun después, yo veía los partidos de
Copa de Europa en casa de mis abuelos. Así que estas jornadas, partidas ahora en
martes y miércoles, tienen para mi un doble valor, el meramente futbolístico y
el sentimental que surge del recuerdo de las noches en aquel cuarto de estar con
mesa camilla de un séptimo de la calle San Quirce desde donde se veía a Felipe
II engendrado en broce mirando eternamente a la casa que le vio nacer cuando fue
carne. Mi abuelo Mariano era un castellano viejo de manual que sólo abría la
boca cuando había algo importante que decir. Se comprende cuánto echo de menos
la coherencia de sus escasos comentarios ante la avalancha verborreica de los
entendidos de hoy. Aquellos fueron los años de la eterna promesa de la Quinta
del Buitre que dejó a mi generación la frustración de ser incapaces de compartir
con nuestros mayores la felicidad de un triunfo que sumar a los seis que ya
habían disfrutado ellos. Recuerdo las lágrimas en los ojos de mi abuelo, en los
de mi tío Félix y en los míos tras aquel bochornoso 5-0 en Milán, y a mi abuela
sentada frente a nosotros, de espaldas al televisor, burlándose con razón de
nuestra tristeza. Recuerdo aquellas semifinales contra el PSV, con todo a favor
para aquel Madrid pluscuamperfecto, y la decepción. Recuerdo los diez escasos
minutos de camino de regreso a casa tras cada nueva eliminación, la mirada en el
suelo, la pesada digestión del fracaso de otros que uno hace irracionalmente
propio. Cuando el Madrid regresó a la senda del triunfo mi abuelo se había
marchado ya, pero mi primer pensamiento de aquella noche de Pedja fue para sus
silencios y la medida exacta de sus palabras; para aquel rostro y aquellas manos
en las que uno podía ver la belleza terrible de la vieja Castilla, las cebadas
reflejando el sol abrasador, la blanca huella de las heladas sobre los
barbechos.
Anoche volvía el sabor de la Copa de Europa, semifinales, Bayern de Múnich. Lo del año pasado no cuenta, el Barça es un recién llegado a la aristocracia del fútbol europeo, y la rivalidad con el equipo catalán es la del noble con el nuevo rico que llega a los palacios entre oropeles, pero carente de la clase y categoría que otorgan la historia y la tradición.
En aquel tiempo del que antes hablábamos, volver de Múnich con una derrota mínima hubiera sido celebrado como un triunfo, pero el denostado Mourinho nos ha acostumbrado mal. Pareciera, escuchando los comentarios posteriores al partido, que el Real Madrid había hecho un desastroso encuentro frente al Alcorcón. Nada más lejos de la realidad. Fue un partido de mérito frente al Bayern de Neuer, Lahm, Schweinsteiger, Kroos, Gómez, Müller, Ribery y Robben. Hasta el primer gol, ilegal, de los alemanes, el Madrid tuvo el partido donde quiso Mourinho, con Khedira sosteniendo una vez más el equipo ante la inanidad de Alonso y con Pepe recordándonos al mejor Hierro. Benzema ponía arriba el talento, mientras Cristiano lucía menos que otras veces. El gol de Özil hizo justicia al poco de comenzar la segunda parte y fue entonces cuando observamos la principal carencia de este equipo. La nula capacidad competitiva de la mayoría de sus miembros y el inexistente liderazgo de aquellos llamados a dirigir las evoluciones sobre el césped y el factor anímico de los más jóvenes e inexpertos. Si algo destacaba, por encima de todo, en los antiguos equipos de Mourinho era precisamente la competividad. Equipos capaces de sobreponerse a cualquier adversidad, que leían los partidos a la perfección sabiendo qué camino tomar en cada momento. Este Madrid punk necesita en partidos como el de ayer alguien que componga un medio-tiempo sin caer en la balada empalagosa. Apuntaba Julien Jarroson la juventud del Madrid como causante de ese desorden táctico y mental. Yo me inclino por la insolvencia de los líderes naturales para arrastrar tras de sí las voluntades del resto. El Oporto tenía a Costa y Carvahlo; el Chelsea a Terry y Lampard; el Inter a Materazzi, Zanetti y Cambiasso. El Madrid tiene a Alonso, Casillas y Ramos. Sobra cualquier comentario.
La actitud de la prensa anoche con Coentrao fue lo más miserable que recordamos, y eso es mucho decir. Los mismos medios que no hace mucho llegaron a comparar a Robben con Messi descargaron ayer toda su vomitiva artillería sobre el jugador portugués que, por otro lado, había secado prácticamente al "Messi holandés". El supuesto fallo de Coentrao en el segundo gol del Bayern fue el grifo que abrió el caño de la bilis de esos sinvergüenzas. Llegamos a leer un tuit de una periodista de Marca con cara de ángel y alma de zorra pidiendo la muerte del jugador. La inquina xenófoba contra el portugués sirvió también para ocultar de nuevo la horrenda actuación de Casillas en la jugada del gol, tras el gol y una vez terminado el partido. Un tipo que cada vez es peor portero, que jamás fue un buen capitán y que nos demuestra cada día su catadura moral como persona. Un líder que no duda en poner a los pies de los caballos a un compañero para salvar su propio culo. Un colaboracionista. Un tío Tom blanquecino. Si el Madrid gana la Décima, entre las sonrisas, no podré evitar una mueca de desagrado cuando el que la levante sea ese tipo.
Maquiavelo nos dejó dicho: " El que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, sólo por breve tiempo conservará su obra". Que alguien regale a Florentino un ejemplar de El Príncipe. (Considérese "matar" en sentido figurado).
Anoche volvía el sabor de la Copa de Europa, semifinales, Bayern de Múnich. Lo del año pasado no cuenta, el Barça es un recién llegado a la aristocracia del fútbol europeo, y la rivalidad con el equipo catalán es la del noble con el nuevo rico que llega a los palacios entre oropeles, pero carente de la clase y categoría que otorgan la historia y la tradición.
En aquel tiempo del que antes hablábamos, volver de Múnich con una derrota mínima hubiera sido celebrado como un triunfo, pero el denostado Mourinho nos ha acostumbrado mal. Pareciera, escuchando los comentarios posteriores al partido, que el Real Madrid había hecho un desastroso encuentro frente al Alcorcón. Nada más lejos de la realidad. Fue un partido de mérito frente al Bayern de Neuer, Lahm, Schweinsteiger, Kroos, Gómez, Müller, Ribery y Robben. Hasta el primer gol, ilegal, de los alemanes, el Madrid tuvo el partido donde quiso Mourinho, con Khedira sosteniendo una vez más el equipo ante la inanidad de Alonso y con Pepe recordándonos al mejor Hierro. Benzema ponía arriba el talento, mientras Cristiano lucía menos que otras veces. El gol de Özil hizo justicia al poco de comenzar la segunda parte y fue entonces cuando observamos la principal carencia de este equipo. La nula capacidad competitiva de la mayoría de sus miembros y el inexistente liderazgo de aquellos llamados a dirigir las evoluciones sobre el césped y el factor anímico de los más jóvenes e inexpertos. Si algo destacaba, por encima de todo, en los antiguos equipos de Mourinho era precisamente la competividad. Equipos capaces de sobreponerse a cualquier adversidad, que leían los partidos a la perfección sabiendo qué camino tomar en cada momento. Este Madrid punk necesita en partidos como el de ayer alguien que componga un medio-tiempo sin caer en la balada empalagosa. Apuntaba Julien Jarroson la juventud del Madrid como causante de ese desorden táctico y mental. Yo me inclino por la insolvencia de los líderes naturales para arrastrar tras de sí las voluntades del resto. El Oporto tenía a Costa y Carvahlo; el Chelsea a Terry y Lampard; el Inter a Materazzi, Zanetti y Cambiasso. El Madrid tiene a Alonso, Casillas y Ramos. Sobra cualquier comentario.
La actitud de la prensa anoche con Coentrao fue lo más miserable que recordamos, y eso es mucho decir. Los mismos medios que no hace mucho llegaron a comparar a Robben con Messi descargaron ayer toda su vomitiva artillería sobre el jugador portugués que, por otro lado, había secado prácticamente al "Messi holandés". El supuesto fallo de Coentrao en el segundo gol del Bayern fue el grifo que abrió el caño de la bilis de esos sinvergüenzas. Llegamos a leer un tuit de una periodista de Marca con cara de ángel y alma de zorra pidiendo la muerte del jugador. La inquina xenófoba contra el portugués sirvió también para ocultar de nuevo la horrenda actuación de Casillas en la jugada del gol, tras el gol y una vez terminado el partido. Un tipo que cada vez es peor portero, que jamás fue un buen capitán y que nos demuestra cada día su catadura moral como persona. Un líder que no duda en poner a los pies de los caballos a un compañero para salvar su propio culo. Un colaboracionista. Un tío Tom blanquecino. Si el Madrid gana la Décima, entre las sonrisas, no podré evitar una mueca de desagrado cuando el que la levante sea ese tipo.
Maquiavelo nos dejó dicho: " El que quiere ser tirano y no mata a Bruto y el que quiere establecer un Estado libre y no mata a los hijos de Bruto, sólo por breve tiempo conservará su obra". Que alguien regale a Florentino un ejemplar de El Príncipe. (Considérese "matar" en sentido figurado).