Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Es como la naranja mecánica, pero sin glamour. Fascismo sin duchas. Macarras a sus anchas. Y menos mal que algunos tontos que todavía votan se mosquean, como en Londres, donde el vecindario le ha montado un pollo al alcalde por no hacer nada contra la chusma, que en cada sitio se disfraza de una cosa: de víctima social, de estudiante sin derechos, de lince de Doñana, de sindicalista en huelga de hambre o de cinero sin subvención. Ausente el gato, los ratones se divierten. El gato era la ley, que nadie cumple ni hace cumplir. De un tiempo a esta parte, las autoridades legítimas ejercen su autoridad como el “sheriff” de “El hombre que mató a Liberty Valance”: que no les falten dos chuletas en el plato y que sea lo que Dios quiera. Y, por Dios, que nadie les diga fascistas. Porque en la explicación oficial del mundo, fascismo es que gobierne la derecha, y democracia, que gobierne la izquierda. En Madrid, desde que se torcieron las encuestas para la democracia, los macarras se echaron a la calle contra la venida del fascismo. Ni un solo “¡ay!” contra el autor de la ruina que tenemos encima ha sido proferido por estos besugos posmodernos. Pero les ponen delante un retrato del Papa y, a lo mejor sólo porque lo ven bien vestido, arremeten como carneros. El caso es tocar las pelotas. Presumen de hacer la Revolución por Internet, pero quieren un “puesto informativo” en la Puerta del Sol. “Ni un euro de mis impuestos para el Papa”. Eso. Ni para el sindicalismo vertical de Méndez, ni para el cine de lapislázuli de Amenábar, ni para el “ere” andaluz de José Antonio Griñán (Griñán por papá, pero José Antonio por José Antonio), ni para...
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Es como la naranja mecánica, pero sin glamour. Fascismo sin duchas. Macarras a sus anchas. Y menos mal que algunos tontos que todavía votan se mosquean, como en Londres, donde el vecindario le ha montado un pollo al alcalde por no hacer nada contra la chusma, que en cada sitio se disfraza de una cosa: de víctima social, de estudiante sin derechos, de lince de Doñana, de sindicalista en huelga de hambre o de cinero sin subvención. Ausente el gato, los ratones se divierten. El gato era la ley, que nadie cumple ni hace cumplir. De un tiempo a esta parte, las autoridades legítimas ejercen su autoridad como el “sheriff” de “El hombre que mató a Liberty Valance”: que no les falten dos chuletas en el plato y que sea lo que Dios quiera. Y, por Dios, que nadie les diga fascistas. Porque en la explicación oficial del mundo, fascismo es que gobierne la derecha, y democracia, que gobierne la izquierda. En Madrid, desde que se torcieron las encuestas para la democracia, los macarras se echaron a la calle contra la venida del fascismo. Ni un solo “¡ay!” contra el autor de la ruina que tenemos encima ha sido proferido por estos besugos posmodernos. Pero les ponen delante un retrato del Papa y, a lo mejor sólo porque lo ven bien vestido, arremeten como carneros. El caso es tocar las pelotas. Presumen de hacer la Revolución por Internet, pero quieren un “puesto informativo” en la Puerta del Sol. “Ni un euro de mis impuestos para el Papa”. Eso. Ni para el sindicalismo vertical de Méndez, ni para el cine de lapislázuli de Amenábar, ni para el “ere” andaluz de José Antonio Griñán (Griñán por papá, pero José Antonio por José Antonio), ni para...
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