domingo, 21 de agosto de 2011

Revista de prensa a la transfiguración de José Tomás en Ciudad Real


José Ramón Márquez

La verdad es que hay que reconocer que uno de los grandes placeres de este verano es irse a los sitios de costumbre a ver las cosas que se les van ocurriendo a los revistosos del puchero después de cada transfiguración de José Tomás. Da la impresión de que andan los pobres agarrados a la brocha y sin andamio. Mientras la temporada normal, la de los toreros, sigue su curso con sus cogidas, sus triunfos de verdad y de mentira, sus importancias, sus robos, la Tomás legionem se guarece hasta que escampe en toda esa parafernalia absurda en la que han ido travistiendo la crítica taurina, con el firme propósito de no explicar de verdad lo que ocurre en las plazas en que torea este pobre hombre absurdamente deificado. El toro existe para ellos sólo como el escollo que se interpuso entre el idolatrado ídolo y el ansiado triunfo, los compañeros son comparsas a los que se despacha con tres líneas rapiditas, deprisa, deprisa, que no es a esto a lo que hemos venido a este pueblo. La falta de integridad intelectual parece ser la bandera. Así tenemos esta especie de La Codorniz, esta rechifla por ver quién da la pirueta más difícil para ensalzar la nada.

Ahora, por suerte, existen los teléfonos móviles, las cámaras electrónicas, el internet, el twitter y la opinión que se recibe desde la plaza, dada por aficionados de respeto, deja a las pobres letras de los plumíferos a la misma altura que va quedando su ídolo por esas plazas de Dios.

En Mundotoro el cronista nos informa de que ‘a José Tomás le volvió a faltar toro’ (y eso que se los trae él mismo debajo del brazo), aunque fue ‘una corrida bella, pero quizá de una ganadería (sic) insuficientemente testada (sic)’ y de que la temperatura en la plaza alcanzó ‘casi cuarenta grados en las nalgas’ (?). Tras tan amena entradilla nos cuenta que ‘con encaje, pasándoselos muy cerca, ése es el nuevo José Tomás, que ha dado una vuelta de tuerca más a su toreo’. Casi hace llorar cuando expresa, el hombre, ‘y en medio de ese dosificar y torear para el toro, hubo tres tandas maravillosamente encajadas, una con la derecha de una profundidad inédita en él y otra con la zurda de un trazo y una proximidad impecables’. Suena tierno lo de que súbitamente, a estas alturas y con la que está cayendo, aparezca una profundidad inédita en el idolillo.

El de Burladero se tira a la piscina: ‘echando adelante el percal y embarcando la humillación del funo para despacharlo atrás en su huida. Y lo hizo en el inicio con la muleta, dando rectitud a la cara colocada, ofreciendo líneas por el bien del animal y del caro toreo, que llegó desde la segunda tanda a derechas’. Me gusta lo de que era por el bien del bicho. Y es que para éste, el pétreo ‘no entiende de prodigiosas técnicas cuando el pecho se va por delante, y la muleta al infinito, reposando el camino entre los tres tramos que tiene el mismo muletazo’. ¡Faltaría más, hombre! Claro que, siempre queda la pena mora cuando ‘la espada, y sólo ésta, fue la que emborronó la más perfecta obra de esta tercera vida del de Galapagar’.

En ABC, erre que erre con Tomás. De tantas cosas como hay, quedémonos con una por lo que lleva de sinceridad: ‘Afarolado y capeínas hasta abrochar con poderosos ayudados por bajo, con aguante glacial de las miradas del torete’. El torete. ¡Cómo sería!.

En El Mundo nos narran así el esfuerzo de Tomás en el quinto: ‘Nada pudo hacer José Tomás salvo darse un sincero arrimón con el público ya algo mosca porque la tarde se despeñaba con halo de decepción’. Habrá que llamar al orden a éste, que en la feria de Abril de Tomás no existe la palabra ‘decepción’.

Y hablando de decepción, en La Razón no la ocultan: ‘José Tomás de nuevo volvió a saborear las mieles del éxito rotundo, del triunfo de la verdad, la de su toreo que, una tarde más arrancó los «olés» y los vítores de un tendido entregado desde el primer lance a la verónica. Sin embargo, volvió a salir a pie’. Recalquemos una vez más que para esta gente el éxito se cifra en el corte de orejas, resultado futbolístico equivalente al cinco cero o cosa así, que entenderán los que gusten del balompié.

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¿Periodismo o propaganda? ¿Qué decían de esto en la Facultad?